El conciliador
UN AMPLíSIMO número de amigos, muchos de ellos políticos, intelectuales y periodistas, tributaron ayer un homenaje a Joaquín Ruiz-Giménez. Pronto aparecerá un libro con más de 50 firmas dedicado a recorrer la vida y la obra de un hombre que ha conocido pocos enemigos y que, casi por antonomasia, representa la figura del diálogo de las ideologías. No en vano, cuando eligió un título para lo que sería una revista emblemática del tardofranquismo, la llamó Cuadernos para el Diálogo. Allí se juntaron, en los consejos de Redacción, comunistas recién salidos de prisión o a punto de entrar en ella, maoístas del 68, socialistas y democristianos conservadores que querían, sobre todas las diferencias, vivir en un país libre.Embajador en el Vaticano, ministro de Educación hasta las represiones estudiantiles de 1956, católico aggiornado del Concilio Vaticano II, presidente de Pax Romana, defensor del pueblo, presidente actual del Unicef, su trayectoria, sobrevolando casi siempre los partidos y las reyertas, le ha erigido como el hombre competente y justo que cualquier sociedad o institución desea disfrutar. Los homenajes nunca llegan tarde, y el actual, cuando Ruiz-Giménez ha cumplido 84 años en plena actividad, viene a ser una demostración de aliento para que su personalidad generosa continúe beneficiando a este país a veces tan caníbal.
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