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Tribuna:AULA LIBRE
Tribuna
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Un proyecto o cerrado y rígido

Esperanza Aguirre aseguró al presentar su plan de humanidades que ni se modifican los horarios ni cree preciso que haya que cambiar los libros de texto. Cabe preguntarse qué supone esta reforma aparentemente tan limitada. La primera reacción es de profundo desánimo: ¿es éste el debate de las Humanidades?, ¿el Ministerio de Educación lo da por cerrado? En otros países, el debate nacional ha implicado a amplios sectores sociales y a la intelectualidad del país. Recordemos a Italia con Umberto Eco a la cabeza.Esperábamos un diagnóstico de la situación de las Humanidades, y no sólo de su enseñanza, sino también de su valoración social, una contraposición de ideas expuestas por personalidades, colectivos y asociaciones... y que el Ministerio de Educación propusiese un documento para el debate antes de acometer cualquier. reforma.

Nos hemos encontrado con un proyecto de reforma del currículo, lo que quiere decir que el ministerio fija en un programa cerrado, y rígido el conjunto de conocimientos mínimos para todo el Estado, opta por determinadas intenciones educativas que impone, porque no las ha consensuado con las comunidades. La propuesta, que modifica sólo los objetivos, los contenidos y los criterios de evaluación, deja muy poco margen para que pueda ser completado por las comunidades, y, sobre todo, para que sea adaptado por los profesores en sus proyectos curriculares.

Uno de los aspectos en los que la LOGSE ha hecho mayor hincapié ha sido en la necesidad de dar autonomía a, los centros. Esta autonomía es precisa no sólo en el respeto a la libertad de cátedra, sino porque el proceso educativo no puede ni debe ser el mismo en todos ellos, ya que tendrá que responder al contexto socioeconómico y cultural en el que se encuentre ubicado, a las peculiaridades de su alumnado y a la concepción educativa que los docentes, los alumnos y los padres mantengan.

Es bueno que toda institución escolar tenga sus propias opciones, como lo es que las tenga cada docente e igualmente la Administración, aunque en este último caso deben ser lo suficientemente amplias como para que en ellas se reconozca la mayoría del profesorado y de la sociedad. Éste no es el caso. Llama la atención que en el currículo básico se imponga 11 que los contenidos de Historia deben obedecer no sólo a un planteamiento respetuoso del hilo conductor cronológico, sino mantener la ordenación cronológica clásica". Es decir, ¿por qué sólo se puede explicar la Historia comenzando desde la prehistoria y llegando hasta nuestros días, y no pueden caber otras opciones?, ¿por qué, entre los criterios de evaluación, el fundamental y común propuesto para Historia sea "el conocimiento de las fechas, los hechos y los personajes"?, ¿por qué en la Literatura del siglo XX ha de imponerse "el magisterio de Rubén Darío", mientras García Lorca sólo es expresamente citado entre los renovadores del teatro?, ¿cómo es posible imponer como criterio de evaluación básico "reflexionar sobre la sinonimia, la polisemia, la homonimia, la antonimia y la hiponimia"?

El planteamiento curricular debe ser abierto y flexible, porque tiene que ser determinado en sucesivos niveles de concreción por las comunidades con competencias, por los centros escolares y por los profesores. Es el profesor, en definitiva, quien realiza el desarrollo del currículo en su actividad docente y en el aula. En el diseño y en el desarrollo de las intenciones educativas, la Administración y los profesores deben ser fieles intérpretes de los propósitos educativos que la sociedad asigna a la escuela. En una sociedad multifrme y pluralista, esas intenciones educativas han de permanecer abiertas, flexibles y adaptables a las circunstancias de los alumnos.

María Amparo Valcarce García, diputada del PSOE por León, es catedrática de Geografia e Historia, e inspectora de Educación.

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