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Humanidades y hormigueros

La propuesta sobre los estudios de humanidades de la ministra de Educación y Cultura, Esperanza Aguirre, ha provocado intensas reacciones en los centros autonomistas que gobiernan los aliados parlamentarios del PP. Se partía del principio de garantizar una enseñanza de la Historia común y resulta que, para empezar, el escenario aparece lleno de discordia. De donde se deduce que el infierno está empedrado de buenas intenciones. Al cabo de 20 años de los Pactos de la Moncloa, se impone descubrir de nuevo las virtudes del denostado consenso que nos permitió inaugurar la paz y la concordia con la Constitución, después de 40 años de victoria vividos en la inferioridad social y política por muchísimos compatriotas. Se acabaron los tiempos de la formación del espíritu nacional, denominada después formación político social y cívica. Entonces se podía, por ejemplo, llamar la atención de los estudiantes de segundo curso de bachillerato sobre las hormigas y su organización social para resaltar que en ellas tenemos "uno de los ejemplos de unidad de convivencia y de comportamiento social, aún incluso entre los animales".El autor, que luego se dirá, ponderaba enseguida el comportamiento admirable de estos insectos himenópteros y se detenía en referir cómo "forman una organización, en la que cada hormiga tiene su misión concreta que cumplir. Así la reina se dedica únicamente a la reproducción". "En la clase que podríamos. llamar de obreras" -continuaba Jaime Capmany, ver volumen de la editorial Almena, Madrid 1969- "hay distintas tareas para cada grupo. Unas se dedican a la cría de ganado. Usan los pulgones a modo de vacas lecheras. Otras son auténticas artesanas y usan sus larvas como pasta para pegar y con ella construyen sus nidos. Otras sirven de tarros de miel y, por último las que podríamos llamar hormigas esclavas, se dedican a alimentar y cuidar a las crías". Después de esta instructiva descripción venía la moraleja enunciada de modo comprensible para el alumnado: "Es por este trabajo en equipo y por esta unidad de convivencia por lo que los animales insignificantes pueden tener una organización sólo comparable a la del hombre".

Recordemos que se trata de una versión para infantes de doce años en el comienzo de la difícil pubertad y que es obra, como tantas otras, de avezadas plumas al servicio del régimen precedente (véase Todos juntos de Joaquín Navarro Estevan publicada por editorial Doncel, Madrid 1965). Pero vale la pena comparar el texto más arriba transcrito con la austera definición del diccionario de la Real Academia Española. Al hacerlo puede observarse: primero, que las hembras fecundas de las que habla la Academia aquí se denominan reinas; segundo, que las hembras estériles pasan a llamarse obreras; tercero, que aparece una nueva clase ignorada en el diccionario, la de las esclavas, figura anticipadora del benéfico y funcional servicio doméstico y cuarto, que de los machos mencionados por nuestros inmortales nunca más se supo. Se trata, pues, de una versión unisex como las modernas peluquerías, sin que en absoluto se detecten legítimas propensiones homosexuales. Aceptemos que en el episodio de "los pulgones usados a modo de vacas lecheras por las hormigas" algún censor quiso ver prefiguradas ciertas aberraciones pero, concluido el expediente, quedó claro que tales perversiones sólo existían en las mentes calenturientas de aquellos lóbregos funcionarios y eran por completo ajenas a la limpia intención del autor. Así que las cautelas implícitas que llevaron a rehuir la diferenciación sexual de las hormigas parecen más bien obedecer al propósito de ahorrar estímulos indebidos que despertaran deseos o apetencias madrugadoras en edades tempranas, capaces de terminar luego, según estamos viendo, en las lamentaciones del caso Arny sin ir más lejos.

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