Varios proveedores del Teatro Real, acosados por las deudas tras su participación en la obra
No todo han sido fastos. Tras la solemne reapertura del Teatro Real, el pasado 11 de octubre, hay una estela de damnificados con facturas sin cobrar. Son los proveedores, en general pequeños, que participaron en la obra del recinto y a los que afectó la suspensión de pagos de la empresa adjudicataria, Huarte, en marzo de 1996. A consecuencia e ella, estos empresarios debieron renunciar al cobro de la mitad de la deuda, aproximadamente. Por la otra mitad han recibido acciones de la constructora o compromisos de pago futuro. Su situación financiera es, ahora, muy delicada.
Varios industriales denuncian los problemas económicos que aún sufren por su participación en los trabajos del recinto operístico. Las columnas de cedro del vestíbulo, buena parte del mármol Emperador o las cafeteras están sin pagar, según sus instaladores. El Ministerio de Cultura ha abonado a Huarte 14.934 millones de pesetas por la obra de rehabilitación del teatro, según datos de ese departamento. Este periódico intentó, sin éxito, conocer la versión de Huarte sobre el monto de las deudas canceladas y pendientes.Los problemas derivados de la suspensión de pagos de Huarte han llevado a la depresión a algunos de los que participaron activamente en las obras del Teatro Real, que se inauguró a primeros de octubre.
El carpintero Florencio Blanco no quiso verlo. La televisión retransmitía la reapertura del Teatro Real, pero este carpintero sólo quería olvidar: la amargura era demasiado fuerte.
Mientras los invitados de alcurnia paseaban entre las columnas del vestíbulo, él pensaba que esas pilastras de cedro de Líbano, "aún por cobrar", le han precipitado "en la ruina económica y moral".
Como este ebanista, otros pequeños proveedores del recinto operístico pasan apuros económicos desde que Huarte protagonizó la mayor suspensión de pagos en la historia de la construcción española, con un pasivo de más de 91.000 millones.
"Iba a ser la obra de mi vida y ha sido mi ruina", se lamenta Blanco, de 49 años. Su empresa familiar, Monficar, contrató con Huarte en 1993 la realización de gran parte de la carpintería del Real. "Hicimos un gran esfuerzo y trabajamos mucho para asumir un volumen de obra de 200 millones de pesetas", señala el ebanista. Invirtió en maquinaria para asumir el reto y se lanzó manos a la obra "con toda la ilusión del mundo".
La empresa principal le abonaba los trabajos con pagarés a 180 días, que el carpintero negociaba con un banco y una caja de ahorros para que le adelantaran el dinero. Según relata, las entidades le pidieron un aval personal para asumir esa gestión. Con él, ambas entidades garantizaban el posible impago por Huarte del dinero adelantado por el descuento de los pagarés.
Todo marchó correctamente hasta octubre de 1995. "Entonces, la constructora dejó de pagarme. Los bancos empezaron a pedirme el dinero que me habían adelantado por los pagarés que no conseguían cobrar, y yo seguí trabajando sin ver un duro. Además, tampoco podía hacer frente al crédito hipotecario que pedí años antes para construir el taller", relata. La situación empezó a hacerse tan insostenible que Blanco escribió a la Reina y a la ministra de Cultura en busca de una solución.
Dos años después, el Teatro Real está recién inaugurado y Florencio Blanco tiene todos sus bienes embargados. Huarte le dejó a deber 132 millones de pesetas, calcula el ebanista. Las entidades financieras, que le adelantaron 104 millones contra los pagarés, le piden que devuelva parte de ese dinero, ya que ellas no lograron cobrarlo de Huarte. A esto se suma la reclamación de 42 millones por el impago de la hipoteca. "Al final Huarte va a saldar la deuda conmigo con acciones por valor de 14 millones de pesetas", resume el endeudado carpintero, que no quiso oír la música de Falla del espectáculo inaugural.Blanco no ha sido el único damnificado entre las más de 50 empresas que colaboraron directamente en las obras del teatro. Tras la suspensión de pagos, la mayor parte de los acreedores de Huarte (tanto en ésta como en las demás obras de la constructora) aceptaron renunciar al cobro de la mitad, aproximadamente, de las cantidades que les adeudaba la empresa. Una vez asumida esa quita, unos optaron por cobrar en acciones de Huarte mientras otros prefirieron el pago directo y aplazado en varios años."Ese edificio se ha inaugurado a bombo y platillo, pero ha dejado hipotecadas a un montón de familias", asegura José María del Pozo, uno de los socios de Escayolas La Cierva, firma encargada de parte de la decoración en yeso. "Para nosotros ha sido un palo muy gordo, porque no hemos cobrado ni un duro desde finales de 1995. Tuvimos que pedir un crédito de 10 millones de pesetas, avalado con nuestras propias viviendas, paga pagar a nuestros obreros", añade. Al contrario que otros proveedores, Del Pozo se ha negado a recibir en pago acciones de Huarte, "porque no queremos ver a esa empresa ni en pintura". "De los 20 millones de pesetas que nos debían, han dicho que nos pagarán el 46% y que el primer abono será el próximo diciembre", concluye con tono escéptico.
Descalabro económico
Otro escayolista, Alejandro Cebrecos, de la firma Decoes, también se lamenta. El responsable de las molduras artesanas de los palcos y el escenario se quedó con 22 millones por cobrar. "Ha sido un descalabro. Me las he visto y me las he deseado para poder pagar a mi gente", señala. Tras la quita Huarte le adeuda 11 millones "Hice la obra con un precio ajustado, porque era un buen trabajo...", recuerda con un punto de ironía antes (le añadir: "El Gobierno ha pagado a Huarte y no se ha preocupado de nosotros los pequeños". La firma Wenceslao García, encargada de rematar con pan de oro el trabajo de Decoes, ha tenido mejor estrella: una póliza de crédito y caución le ha protegido de los impagados. "Tal como está la morosidad en el sector es conveniente tener un seguro de este tipo", explican.Las deudas han afectado especialmente a las empresas más pequeñas. "Me han hecho polvo", afirma Antonio Tejeda, que participó en la estructura de hormigón del teatro. "Huarte me dejó a deber 30 millones y medio de pesetas, de los que los bancos ya me habían adelantado 22. Luego tuve que aceptar una quita del 49%, así que el problema ha sido gordo. He tenido que hipotecar mi nave para salir de ello", explica.
De hipotecar sus bienes también sabe la familia Sancho. Su firma, Sancho y López, contrató por 350 millones de pesetas la cantería y los solados del teatro. "Con la suspensión de pagos, Huarte nos dejó sin pagar cerca de 200 millones. El banco nos reclamó el dinero adelantado por los pagarés de la constructora, y los miembros de la familia tuvimos que pedir créditos personales por unos 75 millones para atender los débitos", explica una portavoz de la empresa de cantería. "Después de la quita, la constructora nos ha pagado unos 60 millones en acciones. Los sindicatos han embargado la mayoría de estos valores para el pago de las liquidaciones de los 27 obreros que teníamos. El resto se ha ido en la minuta de los abogados. Al final también hemos tenido que suspender pagos, después de 75 años de actividad en el gremio", añade. "Cuando es una empresa grande la que suspende, todo el mundo ayuda. Cuando le ocurre a una pequeña, es todo lo contrario", concluye la mujer, que tampoco ha querido ver el nuevo teatro.
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