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Cazadores y ecologistas coinciden en pedir una ley de caza a la Comunidad

Por una vez, cazadores y ecologistas se han puesto de acuerdo. Normalmente enemigos, ahora comparten un sueño: que la región tenga una ley de caza específica. Denuncian que a la normativa vigente, la Ley de Caza de 1970, revisada en 1989, se le ha quedado el tiro corto y no acierta a la hora de regular la actividad cinegética. La Consejería de Medio Ambiente responde que actualiza la normativa cada año, a base de decretos. Los cazadores y ecologistas, sin embargo, insisten en pedir una nueva ley que permita controlar la actividad de los 45.000 aficionados madrileños (2.500 más que la temporada pasada).

En casi 30 años, los métodos de caza, el número de escopetas y las especies cinegéticas madrileñas han variado. Sin embargo, la ley sigue siendo la misma. La asociación ecologista Aedenat ha elaborado un informe en el que expone los principales argumentos por los que exige la elaboración de una ley de caza específica para la región. El informe también subraya las medidas a tomar para garantizar que la caza sea una actividad segura y que no suponga un quebranto para el equilibrio natural de las especies. La Federación Madrileña de Caza comparte muchos de los criterios de los ecologistas.El primer punto que recoge Aedenat es la necesidad de someter a los cazadores a un examen de pericia armamentística y conocimientos de la naturaleza, ahora inexistente. "Es una prueba necesaria para garantizar que quienes van a manejar un arma lo hagan con seguridad para evitar accidentes y perdigonazos a los excursionistas. También servirá para que los cazadores distingan las especies abatibles de las protegidas de forma automática y, por acto reflejo, levanten el dedo del gatillo cuando sale al paso un mochuelo [ave protegida] en lugar de una perdiz", explica Theo Oberhuber, portavoz de la citada asociación ecologista.

La reducción de los días y periodos hábiles de caza es la segunda reclamación de los ecologistas. Aedenat propone restringir el tiempo hábil para cazar. Pide que se suprima la actividad cinegética durante la media veda (época de paso de aves migratorias que cruzan la Península), que sólo se pueda cazar dos días a la semana (los jueves y domingos) y que se establezca una hora tope (las 14.00) en la que se cierre la caza, en lugar del máximo actual de cuatro días (jueves, sábados, domingos y festivos) y sin hora límite.

Límites temporales

El motivo que esgrimen ante semejantes exigencias es que "la tórtola y la codorniz [especies fundamentales que se abaten en la media veda] han sufrido un grave descenso de población en los últimos años y además han cambiado de costumbres. Ya no son aves de paso, sino que viven y crían en la Península", explicó Oberhuber. Los cazadores madrileños abatieron 16.578 tórtolas (859 menos que en la anterior) y 5.738 codornices en la temporada pasada. "Limitar los días de caza obedece al derecho que tienen los excursionistas para disfrutar del campo un día del fin de semana", añadió el portavoz.Los ecologistas solicitan la desaparición de las cacerías de descaste (organizadas fuera del periodo de caza con la excusa de abatir piezas de una especie concreta por su presunta sobrepoblación). "Han sido numerosos los casos en los que el propietario de un coto ha solicitado permisos para una cacería de descaste alegando destrozos en los cultivos cuando no tenía ni un solo metro cuadrado de siembra", denunció Oberhuber.

Una propuesta que puede levantar ampollas entre los aficionados es la solicitud de la eliminación de los terrenos libres de caza para transformarlos en cotos sociales. La defienden tanto los ecologistas como los grupos políticos de la oposición regional. "En los terrenos libres se cometen los mayores atropellos contra la naturaleza, y lo peor es que rara vez se coge a los responsables", explicó Julio Setién, diputado por IU. "Con los cotos sociales se podría contabilizar la caza y regular los métodos de captura", añadió el portavoz político.

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Los ecologistas atacan una modalidad de caza concreta, el ojeo. "Son auténticas carnicerías", según afirma Oberhuber.

Práctica repudiada

El ojeo consiste en establecer una línea de puestos (muros vegetales) que cada cazador ocupa. Una fila paralela de hombres camina por el monte haciendo ruido y golpeando los arbustos para espantar la caza hacia las escopetas. Los cazadores sólo tienen que esperar y disparar sin caminar un metro. Hasta el propio presidente de la Federación Madrileña de Caza, Javier Álvarez, detesta ésta modalidad: "En los ojeos se pierde la esencia de la caza, desaparece el lance por el que se consigue engañar a la pieza y tenerla a tiro".El veneno se utiliza para eliminar a los depredadores que acaban con las especies cinegéticas, como los zorros. Sin embargo, el veneno es, como las minas, un arma ciega. "Provoca la muerte del depredador, pero desencadena la de los animales que se alimentan del zorro muerto, como el alimoche o el buitre negro, aves carroñeras protegidas y en peligro de extinción", explican los ecologistas.

Las vallas que rodean los cotos son motivo de ataque por parte tanto de la Federación Madrileña de Caza como de los ecologistas. "No se puede vallar el campo, porque se cortan las sendas de los animales, sobre todo las de la caza mayor", señala Álvarez. "Debería prohibirse el vallado de fincas menores de 3.000 hectáreas, y además las vallas deberían estar a 35 centímetros del suelo o más para dejar paso a las especies menores", añaden los ecologistas. "Todos los cotos tendrían que ceder un 15% del terreno como reserva de animales", concluye Oberhuber.

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