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La CIA revela por primera vez que su presupuesto se acerca a los cuatro billones de pesetas al año

Cada norteamericano, incluidos niños y jubilados, parados y enfermos, paga más de 1.000 pesetas al mes para sufragar los servicios de espionaje exterior de su país. No lo hace ni directa ni voluntariamente: es el Gobierno el que, con los impuestos, se encarga de engrasar financieramente la mayor máquina de información de todos los tiempos. Presionada por el Congreso, la CIA acaba de revelar que el presupuesto del conjunto de los servicios de información exterior de EE UU es de 26.600 millones de dólares (cerca de cuatro billones de pesetas) en el presente año fiscal.

Durante su medio siglo de existencia, la CIA se había resistido a informar al legislativo del coste exacto del espionaje. Pero el miércoles, Georges Tenet, su flamante director, compareció ante el Congreso. y soltó la cifra: 26.600 millones de dólares anuales, cerca de cuatro billones de pesetas.Tenet no dio más detalles. Se limitó a señalar que ese presupuesto incluye a la CIA y otras "agencias e instituciones", como la Agencia de Inteligencia de la Defensa, dependiente del Pentágono; la Oficina Nacional de Reconocimiento, que controla los satélites espías, y la Agencia Nacional de Seguridad, vinculada a la Casa Blanca y dedicada a interceptar las comunicaciones telefónicas y electrónicas.

A partir de ese dato, los expertos norteamericanos calculaban ayer que el presupuesto directamente destinado a la CIA es de unos 3.000 millones de dólares anuales. Y añadían que los tiempos actuales no son los más costosos, puesto que en 1989 y 1990 el gasto del conjunto de los organismos de espionaje debió situarse en unos 34.500 millones de dólares (más de cinco billones de pesetas).

Presentados de otra manera los datos de Tenet, puede afirmarse que el espionaje le cuesta a EE UU 98,5 dólares por habitante. Esa cifra es inferior a la que gasta Israel, pero muy superior a la gastada en España. El Cesid tiene un presupuesto anual de unos 16.500 millones de pesetas, lo que supone que cada español gasta al año unas 400 pesetas en los servicios de espionaje.

EE UU no tuvo un servicio de espionaje exterior hasta la II Guerra Mundial, cuando Roosevelt puso en pie la Oficina de Servicios Estratégicos (OSS). En 1947 Truman, a partir de la OSS, alumbró la CIA, un organismo civil que trabaja directamente a las órdenes de la Casa Blanca y cuya sede central está en Langley (Virginia), en las cercanías de Washington. La OSS sabía que su misión era derrotar a los nazis, al igual que la CIA no tenía la menor duda respecto a que debía acabar con el comunismo.

La victoria norteamericana en la guerra fría ha dejado a la CIA sin un enemigo a su altura. De hecho, la principal tarea de su nuevo director, George Tenet, el quinto propuesto por Clinton en cuatro años, es buscarle nuevos rivales, nuevas misiones y nuevos métodos. ¿Qué debe hacer la Agencia? ¿Luchar contra el terrorismo, el tráfico de drogas y las mafias internacionales? ¿Dedicarse al espionaje industrial? ¿Centrarse en China, que muchos analistas norteamericanos consideran el imperio emergente y la principal amenaza para Estados Unidos.

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En los años noventa, la moral de los aproximadamente 5.000 norteamericanos que constituyen la plantilla fija de la CIA -la mayoría blancos de clase media- ha sufrido mucho con el descubrimiento de que dos de sus dirigentes, Aldrich Ames y Harold Nicholson, eran topos rusos, y por el espectacular fracaso de operaciones como la organizada en el Kurdistán para derrocar a Sadam Husein.

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