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' Three' simpatía

La noche en que Entre tres se convirtieron en Three-for-all, es decir, la del lunes, un montón de gente querida y famosa se encontraba en la platea del teatro Union Square para arropar a Tricicle. Carles Sans, Paco Mir y Joan Grácia -y, con ellos, la gente que les ayuda a poner en pie su espectáculo- recibieron un doble aplauso sostenido. En primer lugar, por la universalidad de su humor, adaptado con sabiduría al público norteamericano en éste su debú. en Nueva York. Por otra parte, resultó emocionante verles realizar la proeza de estrenar en uno de los más prestigiosos locales del no menos prestigioso off Broadway.

Esta es una semana especiaImente halagadora para la egoteca de los españoles. El amor perjudica seriamente la salud, de Manuel Gómez Pereira, sigue funcionando muy bien por aquí. A Carne trémula, de Pedro Almodóvar, que clausuró con éxito el Festival de Cine de Nueva York, se le augura un brillante porvenir; el martes, estrenó Cristina Hoyos y, poco antes, se produjo la inyección del inteligente humor de Tricicle, cuya trayectoria de éxitos, cimentada en su capacidad para la observación del comportamiento humano y urbano, culmina en este Three-for-all que fue seguido con regocijo y entusiasmo.

Inocencio Arias, hoy embajador en las Naciones Unidas, cocinero de muchos guisos e incluso fraile en la comedia, se encontraba en su salsa y en una de las primeras filas, y también se hallaban presentes Joan Manuel Serrat, el Gran Wyoming, los Gomaespuma, los músicos Ramon Muntaner, Josep María Bardají y Teddy Bautista, presidente de la SGAE; Manuel Gómez Pereira, Xavier Bru de Sala, J. A. Benach y lo que podríamos llamar un largo y amistoso etcétera.

Tras la función, y esto empieza a convertirse en un vicio, hubo cena. Fue en el Park AvaIon y allí, después de atravesar Union Square y franquear el umbral protegido por macizos guardapuertas, la gente entró en confianza y en abrazos a los triunfadores de la noche. Una vez llenos los estómagos, se produjo una juerga espontánea por la que más de uno habría pagado.

Serrat cantó, Cristina Hoyos, que estaba entre los asistentes, bailó, a las palmas improvisadas de su marido y de la concurrencia en general, y hasta Joan Gràcia y su mujer se arrancaron por sevillanas. Un final digno de Tricicle, los últimos y talentosos retoños, latinos y mundiales, de aquel gran humorista que fue Jacques Tati.

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