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Premio bufo

Vicente Molina Foix

Lo más exasperante del último Nobel de Literatura es el riesgo de que se alineen con el Papa. Tampoco se trata de que las razones de mi escándalo ante la concesión del premio a Dario Fo coincidan con las suyas. El Vaticano ha dicho que al lado de escritores grandísimos de Italia galardonados antes, como Montale, Carduccio o Quasimodo, Fo sólo es un bufón, y algo de razón tienen, pero no voy a dejarme embaucar: a ellos les molesta lo que a mí más me gusta de este hombre, su arrojo en lanzarse desde los escenarios a agarrar por los cuernos el toro remolón de la actualidad, esa punta tan fina que utiliza -aunque el trazo sea grueso- para hacer la caricatura del poderoso., se trate éste de un juez o un banquero, un militar o un miembro de la Curia. Fo es el más formidable anarquista del teatro europeo, y no está, pese al accidente de sus 71 años, nada muerto.Ahora bien, ¿de qué hablamos cuando hablamos del Nobel? He leído estos días testimonios de personalidades que admiro felicitándpse por el hecho de que la Academia, no haciéndose esta vez la sueca, haya premiado a un hombre que escribe teatro. Si volvemos la vista atrás -sin ira- resulta que ni Strindberg ni lbsen, ni Jarry ni Valle Inclán ni Wedekind lo ganaron, aunque sí, desde muy temprano, honró a dramaturgos: Echegaray y Maeterlinck, Hauptmann y Benavente, pero también, no nos rasguemos tanto las vestiduras, a Shaw, O'Neill, Yeats y Pirandello, y más modernamente a Albert Camus y Sartre, Samuel Beckett, Soyinka, Walcott. ¿Ha ido la Academia tan poco al teatro como se dice, y cuando ha ido, perdió allí los papeles más que en la poesía o la novela? Mi respuesta es que no. La historia oficial de los premios Nobel de Literatura no se entiende sin la pequeña historia de sus grandes despistes.

Literatura, he ahí el ardiente nombre (que decía el poeta). El despropósito de poner a Dario Fo a la altura de los escritores es que él no lo es, o al menos no básicamente. Genial y atrevido juglar, la experiencia de verle actuar en su Misterio bufo es, en mi memoria de espectador, una de las más emocionantes, pero he de decir que cuando fui, acabada la representación, a leer al autor, el texto no sabía, después de los picantes sabores del espectáculo, a nada. He leído después con la misma impresión varias de sus come dias y monólogos, aquí publicados con regularidad en las traducciones de Carla Matteini, y he visto en España y en Inglaterra funciones suyas sin él en las que lo pasé estupendamente. Pero seguimos en las mismas. La Academia no ha instituido aún un premio Nobel al creador teatral ni siquiera al hombre-orquesta de las artes escénicas, razón por la que artistas del calibre de Karl Valentin, Lenny Bruce o Woody Allen, todos con varios libros de sketches representables en su haber, no hayan sido quizá distinguidos.

Si en Suecia querían ponerse a bien con la musa del teatro, recordemos que Arthur Miller sigue escribiendo todavía (y al menos políticamente su trayectoria desborda en, mucho la de Fo), que uno de los grandes revolucionarios del lenguaje teatral del siglo, Harold Pinter, no para de estrenar, o que si, como a veces hacen, los académicos deseaban sorprender con genios raros, en Cataluña está Joan Brossa con su inmensa y deslumbrante "poesía escénica". ¿Algo está podrido en Estocolmo? Peor aún: esto del Premio Nobel cada vez se parece más a los Oscars.

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