El principio del fin
Soriano / Barrera, Pimentel, Rafael Novillos de Apolinar Soriano, dos primeros tipo eral, 6º chico, resto bien presentados; ínválidos, encastados. Antonio Barrera: pinchazo hondo atravesado -aviso-, pinchazo, rueda de peones y estocada (silencio); aviso antes de matar, pinchazo perdiendo la muleta, estocada atravesada y rueda 4e peones (petición y dos vueltas). Oscar Pimentel: dos pinchazos y rueda de peones que tira al inválido (silencio); estocada trasera y rueda de peones (silencio). Rafael de Foyos: estocada corta delantera caída (palmas y saludos); estocada atravesada que asoma, dos descabellos -aviso- y dobla el novillo (petición y vuelta). Plaza de Valencia, 11 de octubre. 3 a corrida de feria. Menos de media entrada. La novillada fue al estilo de lo que se viene lidiando los últimos años en Valencia: estaba inválida. Justo lo que no tuvo en cuenta para nada la Diputación Provincial al sacar a concurso la plaza, firmando con ello el principio del fin, quizá la sentencia de muerte de la fiesta de toros en esta ciudad.
Con ese concurso Valencia deja de ser plaza de temporada. Valencia va a pintar lo que una mona en el concierto taurino nacional. El histórico coso de la calle Xátiva, cuya Feria de Julio llegó a ser la más importante del país, que contó con una afición fiel, numerosa y apasionada, ha quedado convertida en plaza de pueblo.
Aquí van a celebrar fiesta cuando los patrones Y media. docena de espectáculos más, propiciando que la plaza se llene esos días, que acuda la gente de dinerito e influencias, que los políticos hagan sus relaciones públicas y conviden a sus mandos, que el triunfalismo disimule el fraude y que la empresa arrendataria se forre. Y a la afición aquella, ala afición valenciana fiel, numerosa y apasionada, ya la pueden ir dando.
La afición valenciana dejó ya hace mucho de ir a los toros. De eso no hablan los políticos, los taurinos y los que están en la pomada. Dicen que la actual empresa ha montado carteles impropios de Valencia y por eso se retrae el público. Pero no es verdad. Los aficionados dejaron de ir a los toros en cuanto empezó a ser habitual la mala presentación y crónica la desesperante invalidez del ganado, contra lo que no podían hacer nada, ni siquiera protestar, pues invadió la plaza un público indocto y chillón, que imponía su desaforado triunfalismo.
Un aficionado no puede presenciar, sin rebelarse, esas reses que se desploman, como las de la novillada ferial. Un aficionado no puede permanecer impasible mientras gran parte del público arma un escándalo terrible contra el presidente, no porque se niegue a devolver al corral el ganado inútil sino porque no le da la oreja a un pinchauvas que acaba de atravesar al novillo de parte a parte, como sucedió asimismo en ésta novillada férial.
El aficionado valenciano, el de verdad, el que no taurinea por los hoteles, el que paga su entrada, vive con pasión la corrida y juego se marcha rumiándola a casa, dejó de ir a los toros porque ésta de ahora, no es su fiesta. Y si alguno quedaba, salió también de estampía cuando supo que los políticos le quitaban al espectáculo toda garantía de autenticidad.
Fueron políticos del PP -de la misma cuerda que los que sacan a concurso. la plaza-, quienes firmaron a principio de temporada aquel acuerdo indigno con la confederación de taurinos por el cual se comprometían a no sancionar el fraude.
Y así. le ha ido a la fiesta en Valencia. La novillada final respondía con exactitud a la si tuación creada. Los novillos rodaban por la arena, los toreros les pegaban pases vulgares, los tendidos aparecían desolados pues la afición brillaba por su ausencia, y el público presente lo aceptaba todo, salvo que la presidencia no concediera orejas.
Inválidos absolutos los dos primeros novillos era imposible torearlos. Rafael de Foyos, qué sufrió diversos achuchones a lo largo de la tarde, lo hizo sin temple en él tercero. Antonio Barrera, variado capotero, recibió al cuarto a porta gayola, lo veroniqueó corajudo, e inició con dos pases cambiados su valentona faena de muleta. Óscar Pimentel pareció estar verde y lo desbordó el quinto novillo, al que intentaba el toreo clásico. Rafael de Foyos imitó el estilo de Vicente Barrera con el pastueño sexto y sacó buenas tandas de naturales y de derechazos. Luego atravesó al novíllo y le pidieron la oreja, con desgarrador griterío.
Fue el acabose. O sea, el fin. Fin de la feria de la Comunidad Valenciana, que pasa a mejor vida. "Apostamos por la calidad antes que por la cantidad" ha dicho el diputado responsable. De terminar con el fraude, de rescatar para la afición la fiesta verdadera, ni media palabra. Se ve que los aficionados no dan ni votos ni canonjías. Y, además, molestan.
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