Y no se cansa de tocar
Queda para sociólogos de fuste el estudio del por qué un pianista cubano casi anónimo, amenazado por la edad y la artritis, se convierte de la ñoche a la mañana en un pequeño fenómeno de masas. Mientras se resuelve tan sesuda cuestión, los mitómanos disfrutan del descubrimiento y formulan su propia hipótesis: sencillamente, ya no hay músicos como Rubén González. Para don Rubén, cumplidos los 78 años, el piano es todavía su juguete del alma, su voz, su dios y todo su ser. Si por él fuera, se pasana el día sentado ante ese teclado que nunca miente, que siempre refleja como un espejo su imagen de enorme artista. Desde que la vejez pudo con su último amigo, es bien conocido que acude allí donde haya cualquier cosa parecida a un mueble de madera con 88 teclas. Sucede que había un piano entero y verdadero, lustroso, gande y bien afinado, en el marileño Palacio de Congresos y Exposiciones.Ya se sabe que a los políticos les gusta reunirse allí: los aplausos suenan como en ninguna otra sala madrileña. Don Rubén recibió con anonada humildad el atronador saludo del público y en poco más de dos minutos explicó en solitario cuál es su naturaleza musical a través de una canción íntima titulada Cómo siento yo. Sonó a añoranza de Lecuona y Cervantes, a administración cauta y serena de la esplendorosa herencia musical cubana, la misma que en otras manos se ha ido desvirtuando hasta lo chabacano para vender más y mejor.Las cifras de ventas le tienen sin cuidado a don Rubén. Le consta que Cuba conserva su memoria músical y se trajo un espléndido y veterano grupo acompañante para demostrarlo brahim Ferrer cantó el bolero con el corazón en la mano y trompetista Mañuel Mirabal hizo solos de orgullosa ternura. La labor cadenciosa de los percusionistas advirtió que no hace faIta jadear para darle brío al ritmo y el contrabajo parcheado de Orlando Cachaíto López en regó figuras netas y estimular es como irregulares salvas de cañón. Entre todos ayudaron repasar a don Rubén algunas piezas incluidas en el que, se dice, es el primer disco a su nombre (Helio Orovio en su muy proletario Diccionario de la Música Cubana habla de un elepé instrumental grabado en fecha incierta) y en el del Buena Vista Social Club, dos joyas que la calidad y la esmerada labor promocional del sello británico World Circuit han convertido en éxitos inusitados.
Rubén González y su grupo Rubén González (piano), Ibrahim Ferrer (voz), Mañuel Guajiro Mirabal (trompeta), Jesús Aguaje Ramos (trombón y voz), Orlando Cachaíto López (contrabajo), Amadito Valdés (timbales), Roberto Garcia (percusión) y Ángel Terry Domech (congas)
Palacio de Congresos y Exposiciones. Madrid. 10 de octubre.
Don Rubén hacía la guerra por su cuenta. Se adornaba con enérgicos y joviales trémolos y probaba audaces acordes de nuevo cuño. Como efecto cómico se dejaba dar aire en las contadas demostraciones de fuerza, pero tampoco quería llamar mucho la atención, no fuera que pensaran que estaba cansado y le levantaran del piano por su bien. En realidad, lo que quería era, tocar toda la noche. En pleno fin de fiesta, subieron al escenario diversos invitados, entre ellos dos miembros & la Vieja Trova Santiaguera, y la emotividad de los saludos fue en aumento. Todavía estaría intercambiando efusivos abrazos don Rubén, impaciente por volver junto a su amor, no hubiera llamado desde el piano para regalar dos cumplidas propinas. Casi hubo que obligarle a que se despidiese. Y lo hizo como la: estrellas: firmando autógrafos, besando chicas al borde del escenano.
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