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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Premio antiminas

HAY PREMIOS Nobel de la Paz que vienen a recompensar un esfuerzo cumplido. Otros van incluso más allá y sirven para impulsar una causa. El que ayer se falló en Oslo a favor de la Campaña Internacional para la Prohibición de la Minas Antipersonas y su coordinadora, Jody Williams, pertenece a esta segunda categoría. Tuvo un primer efecto inmediato: el anuncio de Borís Yelstin, presidente de Rusia -uno de los principales productores de estas armas inmorales-, de que su país apoyará el convenio internacional de prohibición total de las minas antipersonas.En la estela de la trágica muerte de la princesa de Gales, que hizo de la lucha contra estas minas una de sus causas públicas, este Nobel viene a premiar la iniciativa que lanzó Williams en 1992 y a la que Canadá dio un apoyo entusiasta y activo. En diciembre tendrá un primer resultado concreto: la firma por casi un centenar de países de un convenio que prohíbe totalmente la fabricación, posesión o venta de estas armas inmorales que no sólo estallan en las guerras, sino también en la paz, y que no discriminan entre combatientes y civiles.

Este premio, que acrecienta el papel internacional de las organizaciones no gubernamentales (ONG), puede servir de catalizador para que los países reticentes a la prohibición total acaben aceptándola-. Rusia ya mostró ayer su predisposición favorable. Pero Estados Unidos -de donde es oriunda Williams- siguió defendiendo la excepción que pide para poder usar minas en la zona de separación entre las dos Coreas, salvedad que, de aceptarse, desvirtuaría el convenio alcanzado.

China, India y otras grandes naciones tampoco están dispuestas a abandonar unas armas baratas, al menos para plantarlas, pues lo caro y difícil es localizarlas luego y desactivarlas. Justamente por ello, más allá de la prohibición, urge ahora incrementar los esfuerzos internacionales para destruir todas las minas esparcidas por antiguos o actuales escenarios bélicos y, que se cobran 26.000 víctimas cada año.

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