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INAUGURACIÓN DE LA PLAZA DE ORIENTE

La niña de sus ojos

El alcalde estrena su obra más querida tras años de trabajos, polémicas y 5.500 millones de gasto

Antonio Jiménez Barca

El 20 de septiembre de 1994, un obrero agujereó con un martillo eléctrico un pedazo de la plaza de Oriente, la zona más antigua de la ciudad. Esa operación simple supuso el principio de la obra que el alcalde, José María Álvarez del Manzano, ha elegido para pasar a la historia. La idea motriz consistía en unir el palacio con la plaza y, por extensión, con el resto de la ciudad. Hoy, tres años después del primer martillazo, circularán los coches por el nuevo túnel y los peatones andarán a lo ancho y largo de la plaza sin jugarse el tipo. Durante más de mil días de obras se han sucedido tres inauguraciones parciales, innumerables polémicas estéticas y arqueológicas, y se han gastado casi 5.500 millones de pesetas, unos 2.000 más de lo que estaba previsto.

Aunque los trabajos en la calle comenzaron aquella mañana de septiembre, el plan venía de más atrás. De mucho más atrás: el abuelo del inspirador de buena parte del proyecto, el arquitecto Miguel de Oriol, ya había soñado con cerrar lo que su nieto ha calificado como "herida en la ciudad", esto es, la calle de Bailén. Miguel de Oriol no se ha cansado de denunciar que el palacio y la plaza de Oriente se han encontrado divididos por una vía con un apreciable volumen de tráfico. El alcalde de Madrid congenió con una idea que ya había sido presentada a varios de sus antecesores en el cargo. En 1992 se presentó un proyecto en firme. En resumen, se trataba de enterrar Bailén a su paso por palacio y construir tres plantas subterráneas debajo del jardín de la plaza: la primera albergaría un aparcamiento de autocares; la segunda, un centro que el gobierno del PP bautizó como "cultural" y la oposición prefería denominar "comercial"; la tercera se destinaría a aparcar los coches de los residentes en la zona. Solución "blanda"

Aquel plan no gustó mucho ni a la Comunidad, por entonces del PSOE, ni al Ministerio de Cultura, también del PSOE. La oposición municipal, por su parte, cargó inmediatamente contra el plano de Oriol. Prefería una solución "más blanda". Juan Barranco gustaba de explicar su postura, con metáforas médicas tomadas del arquitecto Ricardo Aroca: "Una ciudad es como un ser vivo; y en la plaza de Oriente no hace falta operar a corazón abierto, sino darle una aspirina".

Con todo, el municipio redacta un pliego de condiciones que, aunque difuminadas, mantenía las ideas del arquitecto inspirador. Cuarenta y cinco empresas presentan sus ofertas.

En julio de 1994, el Ayuntamiento decide el ganador: Entrecanales y Dragados construirán el túnel y los aparcamientos en dos plantas. Desaparece del plano el polémico centro "cultural-comercial" y entre las directrices municipales se especifica que no se pueden tocar los jardines de la plaza. De la idea de Oriol, con todo, persiste la unión del palacio con el resto de la ciudad y dos plantas del aparcamiento. Y empiezan las obras. El presupuesto inicial ascendía a 3.550 millones de pesetas y todo iba a tenerse terminado, en teoría, en marzo de 1996.

Con críticas constantes, excavaciones arqueológicas polémicas e inauguraciones y visitas permanentes por parte de los responsables del equipo de gobierno, las obras avanzan, aunque se acumulan los retrasos y los gastos debido a la construcción de una tercera planta de aparcamiento. Mientras, se empieza a excavar el túnel. Los automovilistas, rodeados de vallas, pierden un carril y, para atravesar la plaza, han de cambiarse de un lado a otro de la calle. El ingenio popular denomina a la operación "el eslalon de Bailén".

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En enero de 1997 la calle se corta por completo al tráfico. Los coches no volverán nunca a pasar frente al palacio. Los atascos se suceden y el alcalde pide paciencia. A todo esto, no había pleno municipal en que la oposición no criticara la obra. El concejal de Izquierda Unida Julián Rebollo, en vista de que la operación cada vez costaba más, lanzó una frase que resumía, a su juicio, la cuestión: "Esta plaza nos chupa el presupuesto como una sanguijuela"

.El Rey, ausente

Eso sí, en octubre de 1996, el alcalde, que no ha perdido nunca la ocasión de visitar su obra favorita, inaugura por primera vez la plaza de Oriente. Con los obreros a sus espaldas dándole duro al túnel, Álvarez del Manzano se pasea por los alrededores del Palacio Real, convertidos en calles sólo para peatones. Entonces aseguró que le gustaría tener todo terminado para el día de San Isidro de 1997.

En febrero de 1997 casi toda la corporación municipal volvió a la plaza para dejar visto para sentencia otro pedazo. En mayo de 1997 el Consistorio desfila de nuevo por allí con la excusa de enseñar la rehabilitación del monumento ecuestre a Felipe IV. La penúltima polémica la causaron las dos entradas a los ascensores del aparcamiento. El alcalde ha reconocido que no son bonitas, pero que son útiles porque están pensadas para minusválidos.

Hoy llega el gran día. El alcalde asegura que se cumplirá la inauguración definitiva. Sin el propietario del palacio. El regidor aclaró ayer a Europa Press que no ha invitado al Rey "porque Su Majestad no se mete en cuestiones políticas".

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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