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La recuperación de Yeltsin resucita las especulaciones sobre un tercer mandato

Nadie apostaba un kopek por Borís Yeltsin cuando en noviembre fue sometido a una operación a corazón abierto en la que se le implantaron cinco puentes en su órgano más vital. Los meses siguientes recordaron los tiempos de Bréznev, Andrópov o Chernenko, cuando todo el mundo estaba pendiente de cuándo y cómo aparecía el líder supremo, si estaba o no en condiciones de seguir o si llegaba el momento de la lucha por la sucesión. Pero Yeltsin, de 66 años, se ha recuperado espectacularmente, hasta el extremo de plantearse la reelección, y quienes aspiraban a sucederle han quedado descolocados.

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Yeltsin desarrolla ahora una actividad casi frenética, ha retomado el discurso populista que le llevó al Kremlin y ha vuelto a mostrar su capacidad de pegada. La consecuencia más inmediata de su recuperación es que ha trastocado los planes de quienes aspiran a sucederle en el año 2000.Curiosamente, el debate se abrió cuando, el 1 de septiembre, Yeltsin aseguró que no pensaba optar a la reelección. En los días siguientes, numerosos artículos de, prensa se hacían la gran pregunta: ¿Por qué dice eso cuando siempre se ha dado por supuesto que no puede serlo, ya que la Constitución limita a dos el número de mandatos presidenciales? Algunos análisis coincidían en que, al menos, la idea de seguir en el poder otros cuatro años le estaba pasando por la cabeza, ahora que se veía otra vez en plena forma.

Legalmente el asunto es, cuando menos, discutible, ya que fue elegido por vez primera en 1991, antes de que entrase en vigor la actual ley fundamental, aprobada en 1993, que limita a dos el número de mandatos presidenciales seguidos.

Los efectos de estas especulaciones ya se dejan notar. Nadie olvida que el general Alexandr Lébed, por entonces secretario del Consejo de Seguridad, fue fulminado tras las elecciones del año pasado, primero porque dejó de ser útil a Yeltsin, y segundo porque dijo que aspiraba a ser presidente el año 2000, una pretensión a la que el propio líder del Kremlin había dado alas para contrarrestar a otros candidatos.

Por lo que pueda pasar, pocos admiten que estén pensando ya en ser califa. En realidad, sólo dos: Grigori YavIinski, el líder de Yábloko (Manzana), empeñado en convertirse en una especie de conciencia ética; y el propio Lébed, cuya profecía de que habrá elecciones anticipadas porque Yeltsin no puede aguantar otros tres años ha quedado reducida a cenizas. Ni siquiera el comunista Guennadi Ziugánov, que rozó con sus labios la miel del triunfo hace poco más de un año, admite públicamente que será candidato.

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El 'delfín' del presidente

Más prudencia aún hay en el bando gubernamental y en sus aledaños, donde la designación como delfín por el zar Yeltsin sigue siendo la principal garantía de triunfo. El pasado lunes, otro Borís, Nemtsov, el joven león llegado de Nizhni Nóvgorod dispuesto a comerse el mundo y actual vicejefe de Gobierno, ya anuncio que no entra en sus planes luchar por la presidencia. Antes habían hecho otro tanto el primer ministro, Víktor Chernomirdin, y, un poco más lejos del Kremlin, el alcalde de Moscú, Yuri Luzhkov, fortalecido con el 850º aniversario de la capital y porque ha dejado a ésta como los chorros del oro, escaparate engañoso de la nueva Rusia.

Se libra una complicada partida de ajedrez. Lo mejor es mantener alta la guardia y reaccionar sólo ante los movimientos del rival para tener, cuando menos garantizadas las tablas, es decir: la cercanía al poder. Lo que nadie cree es que a Luzhkov, Chernomirdin y Nemtsov no les brillen los ojos cuando piensan en la presidencia. Pero primero hay que esperar al siguiente movimiento del zar. Y no es por capricho, aunque sí por sarcasmo, que se le llame así a Yeltsin, ya que él mismo se ha autodenominado en dos ocasiones Borís I y en otra se ha comparado con Pedro el Grande, el emperador que inventó San Petersburgo y que, en la nueva Rusia, como en la era comunista, es modelo y espejo.

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