EE UU utiliza la 'certificación' como arma de de presión política, excepto en el caso de México
El Observatorio Geopolítico de las Drogas (OGD) denuncia la hipocresía de EE UU. Su certificación anual de aquellos países que combaten el narcotráfico se ha convertido en un instrumento político. Así, el OGD pone de manifiesto el diferente tratamiento que recibe Colombia (pese a sus últimos esfuerzos) respecto a México. Estados Unidos tiende a exagerar el protagonismo de naciones rivales, como Irán o Irak, y a minusvalorar el de los países amigos, como Turquía. Francia no escapa a esta crítica, pues el Gobierno de París ignora por completo el papel de Marruecos, el primer productor mundial de hachís.
El ex presidente mexicano Miguel de la Madrid respondió a una crítica de su homólogo estadounidense Ronald Reagan con humor: "Los mismos polvos mágicos que hace invisible la droga para nuestros aduaneros son los que usan en su lado de la frontera, pues ustedes tampoco la detectan". Han pasado 10 años y el problema se ha agravado. Tres carteles mexicanos muy poderosos (Tijuana, Juárez y del Golfo) se han hecho con las rutas de los colombianos y son ahora responsables de una sofisticada estructura delictiva. Una frontera común de 3.107 kilómetros une al mayor consumidor mundial de estupefacientes y al principal suministrador. Juntos son el mayor espacio mundial de blanqueo e inversión de capitales.Estados Unidos ha fracasado, según el OGD, en su política de represión (penas durísimas de cárcel). "Los resultados son bastante mediocres", dice el informe. Aunque se ha reducido el consumo, el tráfico se ha incrementado, diversificándose en multitud de drogas.
Infiltración del Estado
El OGD pone de manifiesto que el Tratado de Libre Comercio (TLC) -llamado North American Drug Trade Agreement por los policías de EE UU- ha favorecido la expansión del narcotráfico. Ésa es la razón por la que la Administración de Clinton ocultó la gravedad del problema antes de la ratificación del tratado y ha evitado-después enfrentar a México con el mismo rigor que Colombia.
Los tres carteles mexicanos (en guerra civil desde la muerte de Amado Carrillo, el señor de los cielos, capo de Juárez) son muy complejos. Poseen plantaciones, laboratorios y pistas de aterrizaje. Su mercancía es variada: heroína (asiática), cocaína (colombiana, peruana o boliviana), marihuana local, anfetaminas o drogas de diseño. La infiltración en el Estado es un hecho. La detención en febrero de 1997 del general Gutiérrez Rebollo, jefe de la lucha antidroga, lo demuestra.
Pero EE UU (pese a ofrecer ayer dos millones de dólares por la captura de Ramón Arellano Félix, el capo del cartel de Tijuana) no puede atajar el problema sin poner en peligro un historial harto dudoso. El primer gran narcotraficante mexicano, Miguel Ángel Félix Gallardo, fue un financiador de la Contra nicaragüense. Los envíos ilegales de material organizados por Oliver North, hombre de Reagan, servían para el ingreso de droga en EE UU.
Hoy, el dinero del narcotráfico se mueve por la frontera gracias al TCL y penetra en las empresas privatizadas en México. Los ingresos por narcotráfico entre 1992 y 1993 representaron para México 28.000 millones de dólares, la suma de sus exportaciones. Es el primer proveedor de divisas. Y sin él, la 16ª potencia económica del planeta dejaría de funcionar.
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