Relaciones tempestuosas
El primer contacto conocido entre el narcotráfico y la Iglesia católica en México no pudo ser más violento: el 23 de mayo de 1993, el cardenal Juan Posadas Ocampo, arzobispo de Guadalajara, murió acribillado durante un confuso tiroteo entre bandas rivales del tráfico de drogas. Meses después, se hizo público que los hermanos Arellano Félix, jefes del cartel de Tijuana, se habían entrevistado con el mismísimo nuncio apostólico, Girolamo Prigione, para darle explicaciones sobre el suceso.De lo que no cabe duda es de que los capos mantienen buenas relaciones con la Iglesia. En ninguna ceremonia de las grandes familias del narcotráfico, sean bodas, bautizos o entierros, falta un sacerdote dispuesto a dar bendiciones. Y es que, como dice el padre Soto, sólo Dios tiene derecho a juzgar.
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