La Biblia en verso
La buena fama que tienen los poetas es por su voz. La voz, la buena voz, es más que un don un misterio, una exhalación sonora que atraviesa unos tubos, se mezcla con el aire y la saliva y llega a ser ese fluido eléctrico sublime de cuerpos poco o nada angélicos; véanse Pavarotti, Caballé y, en un registro menos afinado, Miguel Angel Rodríguez o Aznar. La primera poesía *que hubo se cantaba, y debe ser por eso que arraigó como mito la creencia de que -frente al dramaturgo, que ha de ponerle carne a un discurso oral, y al novelista, constructor o ingeniero de edificios con vida- el poeta entona dulcemente las melodías del alma. Uno de nuestros vates más canoros (aunque a veces sonase atiplado), Juan Ramón Jiménez, dijo esto el 18 de marzo de 1954, según lo reproduce Ricardo Gullón en su ibro de conversaciones con el poeta andaluz: "Aleixandre, tan seguido en España los años pasados, no canta nunca. En sus poemas todo es descripción, narración, algo que no está conseguido".Las relaciones del mundo real con la poesía, sin embargo, al igual que las del poeta con el hombre de la calle, son en España arduas, por decir algo. El hombre de la calle suele ir por la calle ahora con walkman, con un móvil, con prisa, llevando en la cabeza, más que un hueco para el poema, un microchip de eslóganes y currículos. "Muy poeta", sigue diciéndose de una mujer o un hombre como elogio, pero ¿quién lee aquí algo que venga impreso en la forma lineal del verso? ¿Maldición española, otra más? La poesía se lee mucho no sólo en ex-países enclaustrados como la antigua URSS sino en otros más libres y próximos al nuestro, como Portugal o Italia, donde la editorial Mondadori lleva tiempo vendiendo 100.000 ejemplares por título de una serie de poesía clásica y contemporánea. Ahora, dicen -y si por ello hay que bendecir a Gala por su muy vendido Poemas de amor, se le bendice-, la poesía va a entrar en las casas, por los ojos, a saco en el mercado. De momento, adelantándose con unos libros en forma compacta, bonitos de ver, baratos y bien elegidos, Plaza & Janés ha sacado una prometedora colección poética de bolsillo, y parece que no va a ser la única.
¿Y el poeta, mientras, cómo está de voz? Por mucho que se empeñe Juan Ramón, desde que el poeta dejó la lira en el suelo y empezó a acompañarse con la pluma o la máquina de escribir, la poesía ha narrado y descrito, sin por ello perder altura lírica, y cada día son menos rígidas las líneas que separaban antes el verso de la prosa, la poesía del tea tro, la escritura del canto. Recuperando una esencial vena romántica (el Don Juan o el Childe Harold de Byron, el Eugene Onegin de Pushkin, El diablo mundo de Espronceda), los poetas de hoy no sólo cantan arias; aIguna de las mejores novelas que he leído en los últimos tiempos están en verso, y no por ello les falta acción, intriga, trama, per sonajes. Hablo de, por ejemplo, History: the home Movie, de Craig Raine; The golden Gate, de Vikram Seth, tan trepidante de leer como su célebre Un buen partido, The Collected works of Billy the Kid, de Michael Ondaatje, bastante mejor como narración que El paciente inglés y, entre no sotros, ese extraordinario relato urbano que es Poetas en la noche del catalán José María Fonollosa.
Si la Biblia está en verso, si Calderón y Shakespeare siguen hablándonos tan pertinentemente en verso, ¿por qué habríamos de renunciar a que la dura prosa de nuestra vida moderna llegue bajo la forma intensa y cantable de la poesía?
Babelia
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