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Una muestra recupera la memoria de la pintura abstracta de los años Setenta en Barcelona

La exposición del Macba incluye obras de Miró, Tápies, Ráfols Casamada y Broto

Fue un momento clave, decisivo y casi olvidado. Los debates, polémicas y diversidades artísticas de los años setenta aún hoy parecen estar en el aire. El Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (Macba) inaugura hoy una exposición histórica que revisa un fragmento de aquel panorama poliédrico que afecta a los artistas que tenían en común la defensa de la pintura desde lo que consideraban su lenguaje esencial: la superficie y el color.

La muestra incluye obras de 13 pintores de diferentes generaciones y procedencias que confluyeron en Barcelona durante un periodo y cuyo único punto en común era una determinada manera de pensar la pintura. De Miró a Tápies, pasando por Bechtold, Broto, Hernández Pijuan, Alfons Borrell, Ráfols Casamada, Xavier Grau, Patricio Vélez, Joaquim Lluciá, Joaquim Chancho, Pic Adrian y Robert Llimós."La revisión se ha hecho desde la perspectiva de nuestros días, con la mirada crítica que da la historia", señaló Elvira Maluquer, comisaria de la exposición. "No tiene nada que ver con lo que se hubiera efectuado en aquel momento y, de hecho, muchos de los artistas no se han conocido hasta hoy". En plena crisis del informalismo tardío, de triunfo del conceptualismo, de tendencias pictóricas figurativas y de otras que incorporaban objetos, de un arte explícitamente político y de cambios sociales explosivos que han convertido casi en míticos los años setenta en Barcelona, el trabajo de estos artistas era, en aquel momento, duramente contestado. La exposición, abierta hasta el 6 de enero de 1998, reúne 65 obras de estos 13 pintores procurando que cada uno de ellos esté suficientemente representado en relación con el conjunto.

Estímulos

La exhibición se inicia con tres telas de Joan Miró -Pintura sobre fondo blanco para la celda de un solitario, de 1968- en las que un solo trazo negro dramático recorre la tela. Hay otras dos obras de Miró, en aquel momento guía y estímulo de toda una generación. El recorrido se cierra con Gran tela negra (1969), de Antoni Tápies, una débil pero potente línea blanca sobre fondo negro. De Tápies se exhiben otras cuatro obras que explican por qué el artista se comprometió tan directamente en la defensa de la pintura.

En medio, el trabajo de Joaquim Lluciá (Barcelona, 1929-1973), en el que el collage, los colores metalizados y la geometría tienen un papel fundamental; los cuadros de Pic Andrian (Rumania, 1910), que él califica de esencialistas porque, afirma, " es un arte de profundidad, silencio y simplicidad"; las obras iniciales de José Manuel Broto (Zaragoza, 1949), que son representativas, junto a las de Xavier Grau (Barcelona, 1951) y Joaquim Chancho (Riudoms, 1949) de los postulados del grupo de artistas que, apoyados por Tápies, decidieron sacar en Barcelona en 1976 la revista Trama, próxima a los postulados del colectivo francés Supports-Surface. "En aquellos momentos éramos muy teóricos", recuerda Grau. "Nos interesaban el psicoanálisis y el estructuralismo francés y, sobre todo, buscábamos lo que llamábamos la especificidad del lenguaje pictórico, que identificábamos como una supremacía del color y la subordinación a éste del dibujo. Son cosas que ahora nos quedan muy lejos".

Erwin Bechtold (Alemania, 1925) considera su trabajo de aquella época como una "contraposición y una reacción a lo superficial del pop-art". "Teníamos que asumir que el cuadro es un objeto que existe por sí mismo, y casi era una reivindicación de la pintura tan mínima que se convertía en una negación", recuerda Robert Llimós (Barcelona, 1943). Para Alfons Borrell (Barcelona, 1931), las obras de aquella época mantienen un hilo conductor con su trayectoria posterior, que considera basada en la simplicidad y austeridad; en"no poner nada de más" afirma.

Junto a las obras de gesto expresivo y construcción compleja de Albert Ráfols Casamada (Barcelona, 1923) se sitúan las de Joan Hernández Pijuan (Barcelona, 1931), quien afirma que buscaba "una pintura sin expresión, tranquila, silenciosa y que no se pudiera reproducir fácilmente".

Patricio Vélez (Ecuador, 1945) muestra algunas pinturas "realizadas de una sola respiración", con el trazo que permite este instante sobre el papel. "Me interesaba trabajar sobre los límites del soporte y las relaciones cromáticas de estos límites. Es algo que también les interesaba a otros porque en aquel momento ya lo sentías como algo cercano. La originalidad es vana; en el fondo todos estamos haciendo la misma pintura".

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