Un instrumento para un fin
Se habría escandalizado probablemente la Madre Teresa si hubiera podido ver el dispendio que todas las partes implicadas han hecho en su funeral. Ella nunca rechazó honores ni premios, porque siempre los consideró un instrumento más para conseguir los medios económicos necesarios para sus misiones de caridad. Tampoco le importó nunca que el dinero tuviera una procedencia dudosa, porque sabía que el destino del mismo estaba fuera de toda duda. Por eso jamás hizo ascos a donaciones de dictadores ni explotadores notorios, y asumía el riesgo de que éstos se beneficiaran de su popularidad y las fotografías con ella.Era, todos los que trabajaron con ella lo dicen, tremendamente práctica. Las relaciones públicas y los contactos con los poderosos le permitían aumentar las raciones de comida a distribuir en sus misiones, mejorar instalaciones o abrir otra casa para niños o leprosos en algún suburbio de Calcuta. Y las utilizaba con un virtuosismo que difícilmente habrá podido transmitir a quienes ahora se harán cargo de las Misioneras de la Caridad, con la hermana superiora Nirmala a su cabeza.
Pero, viendo ayer las inmensas coronas de flores, el queroseno de las decenas de aviones de altos dignatarios llegados al funeral desde todo el mundo, los gastos de las delegaciones y del despliegue policial y militar, algún asistente al funeral en el estadio Netaji de Calcuta manifestó que ella con seguridad habría cobrado entrada a los invitados y habría subastado de inmediato la ofrenda floral que se le hizo.
Y le hubiera pedido a algún cardenal que le entregara para caridad el equivalente a la factura que la dignidad eclesiástica de Roma pagó por alojarse en el hotel de máximo lujo, el Oberoi, repleto ayer de supuestos solidarios con los leprosos y mendigos. Porque hay planteamientos que pueden parecer demagógicos, pero también hay conductas que son impúdicas.
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