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Tribuna
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Fama y oscuridad

Dicen los bioquímicos de la AFA que, maldita cocaína, Diego Maradona ha vuelto a pasarse de la raya.- No hay caso: en cuanto te descuidás, este tipo se esnifa hasta la línea de fondo -Murmuran los contras.

Nada hacía pensar en una recaída. El viejo Dieguito volvía a los estadios con esa delgadez medio verduzca tan propia de los atletas que han conseguido ponerse en forma. Puesto que el toque y la visión de juego nunca se olvidan, él había hecho un último intento de recobrar algunas de. sus otras habilidades perdidas. Colgó la camiseta de Boca, cogió el portante y se fue a depurar la musculatura en los laboratorios del proscrito Ben Johnson. Dos meses después había recuperado su velocidad, su instinto y sus pómulos.

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-Esta vez vengo limpio, che.

-¿Limpio, limpio?

-Vengo diez puntos, atorrantes.

Así que descolgó su leyenda del tendedero y volvió a echársela a la espalda.

Tuvo tiempo de marcar un historiado gol de penalti. Luego le hicieron análisis y contraanálisis: otra vez estaba fané.

Aunque le permitan jugar hoy mismo, es inevitable desconfiar de su suerte. Sabemos que siempre vivió sobre un barril de grasa o sobre un barril de pólvora. De sus felices años de Barcelona, aún recordamos las pompas de la Maradona Productions Inc., aquella fantasmagórica compañía de promoción cuyos ejecutivos recalaban en todas las barras, pilotaban coches alemanes y se fumaban los dólares como si fueran cigarrillos de chocolate.

Más tarde se fue a Italia, vio Nápoles y después murió.

-Ayer hablé con mi viejo y le juré por mis hijas que no he tomado nada. Pero nada de nada.

Parece que estamos ante uno de esos deportistas atrapados en un destino pendular. Por un momento pasan de la oscuridad a la fama, pero nunca logran superar el vértigo del cambio, y finalmente repiten una misma historia envolvente. Empiezan y terminan cazando moscas.

Mientras Dieguito se sacude la última pesadilla, aquí leemos a Fabio Capello.

-Yo fiché a Morientes, los chicos de la plantilla me escriben, todavía tengo casa en Marbella.Hace un año por estas fechas estaba renegando de sus jugadores. Les imponía un fútbol compulsivo que convertía a los flautistas en burros y a los burros en flautistas. Si alguien le hacía algún reproche, don Capello subía al púlpito y no se cortaba un pelo.

-Eso es todo lo que se puede hacer con lo que hay.

Quizá, porque el Milan ha tenido un pobre comienzo de temporada, hace unos días reclamaba la propiedad intelectual del Madrid de Heynckes.

-Este Madrid es una criatura mía.

-Capello dejó una obra inacabada -le ha respondido con una retranca muy alemana don Jupp, y enseguida ha pedido a sus jugadores más elaboración y más toque.

Pero, al margen de recelos y resabios, aquí seguimos venerando a Juninho, votamos por Suker o Morientes, esperamos que el Valencia remonte, seguimos a Alfonso y Finidi, calibramos la distancia entre Rivaldo y Ronaldo, y estamos pendientes de Egipto: allí, en Ismailía, el niño prodigio Miguel Ángel Corona sigue haciendo un fútbol de seda con la selección sub 17 que participa en el mundialito de cadetes.

Y esta tarde volverá a oler a linimento. Señal de que hay peligro de gol.

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