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FÚTBOL TERCERA JORNADA DE LIGA

Un Kiko muy solo no pudo con todo el Athletic

El cuadro vasco marcó pronto y resistió después al Atlético tras el descanso

El choque se había regido en las horas previas por criterios meteorológicos: el medio ambiente discutía sobre ciclones y anticiclones, en un tono más cálido que borrascoso. Quizá por ello el partido discurrió por rachas atemporaladas de viento cambiante sin que nadie lograra dominar el clima.El Athletic diseñó un partido lineal, según lo previsto, es decir, poniendo a Nagore de carcelero de Juninho y ordenando al resto la habitual combinación de fútbol básico y fútbol de toque. La alternancia fue casi matemática: ahora un balonazo, ahora una combinación.

El temporal desconcertó al Atlético que no sabía bien a qué carta quedarse. En plena confusión encontró el balón en su portería en una jugada que desacredita y desalienta a cualquier defensa. El partido se le cayo encima. Como en aquellos tiempos, el guardameta dispuso un zapatazo monumental, el delantero centro tocó de cabeza y el extremo derecho le robó la cartera a Andrei para acabar batiendo a Molina. El Atlético no existió en la jugada. Tampoco hasta entonces en el partido.

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Con Juninho en la cárcel, a Kiko se le amontonaban los pales en el despacho. El gaditano, convertido en único artista del encuentro tenía el triste encargo de recuperar el balón, imaginar la jugada y rematarla a ser posible en apenas unos segundos. Con tanto ruido de fondo la discusión tenía algo de vocerío, de supervivencia por la presión asfixiante de ambos equipos y los pocos recursos para la templanza. Tal era el caso que Juninho jugaba más cerca de Andrei que de Kiko.

Según lo previsto, el Athletic se dispuso al contragolpe para lo que cuenta con un futbolista especialmente dotado, Joseba Etxeberría, que convirtió a Geli y a Andrei en dos sombras de sí mismos. A la contra diseñó el Athletic su fútbol más modernista y más espectacular, mientras el Atlético se entregaba definitivamente al destajo de atacar con más oficio que beneficio. Por alguna extraña razón el Atlético había decidido de antemano quitarse el frac que le había adornado su presentación en la Liga. El cambio de Roberto por Pantic en la alineación era más que un indicio de las intenciones preconcebidas de Antic.

El Athletic se benefició de esa actitud. Quería un partido rocoso y tradicional; una disputa emocional, que encima alivió con un gol madrugador que acusó más su personalidad.

El Atlético sometió al tercer grado a su oponente en una segunda mitad intensa y agobiante, a medida que al Athletic le flaqueaban las fuerzas y le perdía la responsabilidad. El ciclón era entonces una definición tan literal como poco meritoria. Durante 45 minutos el Atlético sólo consiguió una oportunidad de gol en el último minuto. El anticiclón bilbaíno se convertía en un ejemplo de resistencia y de concentración, en un derroche físico que acabó por enardecer, como en los mejores tiempos, al público. No cabe duda que Luis Fernández, o los aires de Tarifa, el viento, que dicen da un toque de locura, está influyendo.

Pero el fútbol se resentía en ocasiones entre dos equipos entregados a su trabajo, y apenas asistido por Kiko en una pugna ejemplar con Roberto Ríos, ya definitivamente ambos ubicados en su cogollo natural.

El Atlético ya tiene una de cada, pero la derrota cosechada ayer se dejó algo de prestigio que quizá le sirva para retornar al realismo de la competición. El Athletic, a cambio, obtuvo la credibilidad que buscaba y ensayó el fútbol pasional que seguramente va a desplegar en la Copa de la UEFA.

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