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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Sin enfrentamiento

CATALUÑA CELEBRÓ ayer la Diada Nacional del Onze de Setembre como lo hacen todas las naciones civilizadas, con normalidad e incluso indiferencia por parte de la gran mayoría de ciudadanos, más interesados en recuperar, gracias a un largo puente, los placeres del ocio estival que en el contenido político de los mensajes emitidos por unos y otros. El autogobiemo catalán está en uno de sus momentos de madurez, fácilmente comprobable mediante un mero ejercicio comparativo con las distintas etapas de la historia de su institución, la Generalitat. Ayer se cumplieron precisamente los 20 años de la Diada histórica que reunió a más de un millón de catalanes en Barcelona y precedió al regreso de Josep Tarradellas del exilio y a la restauración de la Generalitat. El desarrollo de las instituciones de autogobiemo y los avances en el uso y en la promoción legal de la lengua catalana bastarían para justificar un resultado positivo de estas dos décadas. La inauguración ayer del Teatre Nacional de Catalunya, con edificio de Ricardo Bofill y dirigido por Josep María Flotats, es también todo un símbolo -al margen de la polémica que arrastra este proyecto colosalista- de los cambios que ha experimentado Cataluña en estos 20 años.A pesar de todo, el presidente catalán, en su mensaje institucional, ha asegurado no "temer la confrontación" si fuera necesaria. Hay que entender esta afirmación suya, justo antes de dar sus votos a los Presupuestos de Aznar, más como un modesto gesto oratorio propio de jornadas patrióticas que como una amenaza. Aunque con esta gesticulación haya querido maquillar la inestimable ayuda que presta al Partido Popular, no es de extrañar que sus palabras hayan sido interpretadas por casi todos como más propias de un dirigente de partido que de un presidente de una institución.

Una coalición nacionalista como Convergéncia i Unió no tendría mayores dificultades para encontrar motivos de enfrentamiento con el PP si lo considerara conveniente. En las últimas horas ha tenido de nuevo la oportunidad de observar cómo el PNV obtiene mejores resultados de sus relaciones con el PP sin aparecer tan comprometido en sus apoyos. Difícil es, en consecuencia, que los catalanes no perciban la Diada y sus gestos retóricos como una mera ceremonia enteramente festiva y oficial, en la que incluso las exageraciones quedan perdonadas por el formalismo del acontecimiento.

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