¡Qué futuro!
Empieza para nosotros, los estudiantes, un nuevo cursó académico. El verano nos ha cargado las pilas y regresamos a nuestra mesa de estudio llenos de nuevas esperanzas que luego el paso del tiempo se encarga de ir desvaneciendo poco a poco. Lo cierto es que si te paras a pensarlo, inmerso en los nuevos planes de estudio y agradeciendo a la sociedad que hoy en día sea para todos más fácil estudiar, es inevitable pensar en la competencia que existe y en lo difícil que va a ser trabajar en algo que esté relacionado con lo que estás estudiando. En fin, así son las cosas. Cada vez es más complicado buscar la felicidad.Muchas veces me he preguntado la trascendencia que la configuración de los planes de estudio tiene en los programas de los partidos políticos y he deducido que es en esos planes, en esa forma de organizar el futuro de los jóvenes, donde reside la base de un futuro académicamente productivo. Hablo ahora desde mi experiencia al afirmar que, cuando termine mis estudios, tendré que hacer algún que otro master y, por supuesto, habré de conseguir experiencia profesional, saber idiomas, dominar programas informáticos, incluso tener don de gentes... Con todo esto será complicado que me incorpore al mercado laboral antes de los 28 o 29 años. ¿Es éste un sistema organizado y efectivo? Se trata de tenernos a todos ocupados en no producir, en no empezar a tomar decisiones, en no conquistar cotas de responsabilidad. A este paso, cuando a mí me toque trabajar, tendré que hacerlo para pagar la deuda que el Estado ha ido asumiendo. Cuanto más tarde empecemos, más costosa será nuestra misión. Habrá que empezar a plantear qué clase de futuro nos espera y, lo que sin duda es aún más importante, qué podemos hacer ahora para empezar a cambiar esta situación.- .
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