Castilla, nacionalidad histórica

En nuestro país, la curiosa división administrativa que establece la existencia de regiones y nacionalidades provoca ciertas paradojas. Como madrileño, estoy seguro de que mi tierra no es, por sí, misma, una nacionalidad, y dudo de que pueda ser una entidad regional al margen de la Castilla histórica a la que siempre perteneció.Tengo la impresión de que cuando se ideó este Estado de las autonomías en Madrid se concentraron todas las contradicciones de éste. A Madrid se le reservó el papel de resumen del resto de pueblos españoles, pues interesaba tener una comunidad que sólo fuera España, sin personalidad propia, y que sirviera de contrapeso a los nacionalismos periféricos. Nueve siglos de historia común con Castilla no supusieron absolutamente nada.

A fin de cuentas, ¿no se había dividido ya al resto de Castilla (ante la desmovilización del pueblo castellano) en entidades tan artificiales como la propia autonomía madrileña? Por plantear la cuestión autonómica como cosa de unos pocos, nuestros políticos olvidaron que Castilla es una nacionalidad histórica que necesita una sola comunidad para poder defender sus legítimos intereses.

Todas estas contradicciones es de suponer que se agudizarán con el tiempo si, como todo parece indicar, España se dirige hacia un Estado federal y al mismo tiempo las regiones van adquiriendo mayor peso en la Unión Europea. En una organización de tipo federal, entre iguales, ¿tendrían sentido 17 entidades políticas como hay ahora? Castilla, como nacionalidad histórica que sin duda es, evidentemente, no podría seguir estando fragmentada (Castilla y León, Castilla-La Mancha, Madrid, La Ríoja y Cantabria), pues ello debilitaría su capacidad de afrontar dignamente el futuro. Del mismo modo, en una Europa de los pueblos, ¿cómo podría una Castilla troceada competir en igualdad de condiciones con Escocia, Gales, Baviera... ?-