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ADIÓS A DIANA (1961-1997)

Blair asegura que los británicos quieren la monarquía y que Carlos “será un buen rey”

Carlos y Diana de Inglaterra, en 1985.
Carlos y Diana de Inglaterra, en 1985.AP

El primer ministro británico Tony Blair eligió ayer uno de los programas de mayor audiencia televisiva para dar un espaldarazo a la monarquía "una tradición que queremos mantener", en sus palabras- y reiterar su convicción de que, en contra de la opinión expresada en la mayoría de las encuestas, el príncipe Carlos "será un buen rey". Blair pareció consolidar así el lugar privilegiado en el ámbito de la realeza que se ganó tras su atinado manejo de la breve, pero intensa crisis causada por la inicial indiferencia aparente de la familia real ante el dolor popular por la muerte de Diana, princesa de Gales.

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Blair seguramente aprovechó su almuerzo privado ayer con la reina Isabel en su castillo escocés de Balmoral para transmitirle la ampliamente respaldada observación de que la supervivencia de la corona demanda un mayor esfuerzo de adaptación a los tiempos actuales."Personalmente creo que la monarquía es una tradición que queremos mantener", declaró Blair. "Pero la monarquía se adapta y cambia, y cambiará y modernizará en cada generación", agregó. "La familia real ha atravesado por momentos muy difíciles en la última semana y creo que las críticas han sido frecuentemente muy injustas", opinó, al tiempo de responder afirmativamente cuando se le preguntó si creía que Carlos, quizás la figura de los Windsor que goza de menor popularidad, sería un buen soberano.

El primer ministro dio la impresión de que, en su opinión, ya no quedan dudas de que la familia real ha comprendido la importancia de demostrar su proximidad con el pueblo, un elemento que la mayoría de los comentaristas de la prensa de ayer consideran de vital importancia para el futuro de los atribulados Windsor. Para Blair, la mejor prueba ha sido el espectacular distanciamiento real del protocolo en los dos días antes del funeral.

Mensaje a la reina

Blair aparentemente no ha sido ajeno al giro sin precedentes en la conducta de la familia real. Se le atribuye haber logrado convencer al príncipe Carlos de que persuadiera a la reina a dar los pasos altamente simbólicos que parecen haber frenado, al menos de momento, el proceso de distanciamiento entre la corona y el pueblo.

La oposición conservadora, consciente de que el perfil de Blair aumenta ante los ojos de la monarquía, ya ha comenzado a acusar a los laboristas de tratar de extraer dividendos políticos de la colosal ola de emociones que estremecen al Reino Unido. Horas después de conocerse la noticia de que Blair pensaba nombrar a Diana una especie de "embajadora de buena voluntad", el columnista Matthew d'Aricona denunciaba en el The Sunday Telegraph "la manera implacable con la que los nuevos laboristas se han adueñado de la memoria de la princesa". La muerte de ésta, escribe, bien podría ser para Blair su guerra de las Malvinas, o sea, "un acontecimiento terrible que viene a definir su mandato y que dramatiza todos sus objetivos. La guerra transformó a Margaret Thatcher de asediada ama de casa a estadista".

El primer ministro británico insistió ayer en que el legado de la princesa Diana es una transformación del país en una nación más compasiva. El Gobierno, agregó Blair, ya ha creado una comisión ministerial con el encargo de estudiar cuál sería la mejor forma de honrar su memoria.

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