Dos meses después de Ermua
ETA HA vuelto a matar. La imagen del policía nacional Daniel Villar, destrozado por la bomba que unos individuos sin escrúpulos habían colocado en su coche, se superpone ahora a la de Miguel Ángel Blanco, el concejal de Ermua asesinado hace dos meses. Los ejecutores de este nuevo crimen y quienes lo ordenaron, así como todos esos fantoches que hoy volverán a guardar silencio y mañana a lamentar esta desgracia que demuestra la gravedad y dureza del contencioso, etcétera, deben saber que han disparado contra esa mayoría harta de cuentos que se movilizó en julio frente a ETA y frente a quienes buscan coartadas para no enfrentarse a ETA.Pero no es el momento de intercambiar reproches por la liquidación del espíritu de Ermua, sino de recuperarlo. El Ayuntamiento de Basauri convocó ayer una manifestación en la localidad tras la consigna "necesitamos la paz". Por supuesto que la necesitamos, pero será difícil alcanzarla mientras no se deje claro a los terroristas que deben abandonar toda esperanza de obtener mediante sus crímenes cualquiera de sus objetivos. También se reunió el pleno del Ayuntamiento de Ermua para secundar las concentraciones de Gesto por la Paz. Esas iniciativas son admirables, pero su propio carácter local pone de manifiesto la ausencia de alguna instancia unitaria, como podría ser la Mesa de Ajuria Enea, capaz de recoger la rabia contenida de la mayoría y transformarla de nuevo en movilización pacífica.
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