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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Austeridad y alegría presupuestarias

LA ELABORACIÓN de los Presupuestos Generales del Estado es el examen obligado para el Gobierno en el comienzo del curso político. Aunque el Presupuesto será afinado y terminado durante todo el mes de septiembre, sus grandes directrices ya se conocen. El presidente del Gobierno y su vicepresidente económico, Rodrigo Rato, han vuelto a recuperar el concepto de austeridad para definir el Presupuesto para 1998, con un crecimiento del gasto no superior al 4%, un aumento de los ingresos de casi el 6% -gracias a una previsión de crecimiento económico que se aproxima al 3,5%- y una reducción del déficit al 2% del PIB. Una política de ajuste fiscal sostenida por un ciclo económico favorable.Sería deseable que la austeridad, siempre laudable, no se convierta en excusa para atropellar de nuevo a los funcionarios, imponiendo arbitrariamente una congelación salarial, y, por el contrario, se recurra a una negociación que respete los derechos de los trabajadores de la Administración. Tampoco puede confundirse con la cicatería para reclamar a los pensionistas los haberes que, en virtud de la ínflación prevista, han percibido en exceso respecto a la inflación real. Es de esperar que la mejora espectacular de la economía española, cantada infatigablemente por el Gobierno y por sus trovadores ideológicos, aumente el margen de maniobra para que no sea necesario llegar a esos extremos y se recupere también el pulso de la inversión mínima en infraestructuras. Siempre sin poner en peligro los objetivos de convergencia.

La credibilidad del Presupuesto de 1998 está reforzada por las espectaculares cifras de control del déficit en 1997. Todos los ciudadanos debemos alegrarnos de tal rigor presupuestario. Convendría, sin embargo, que el Gobierno informara amplia y detalladamente de las cifras de ejecución presupuestaria por departamentos y partidas, para disipar los temores, ampliamente extendidos, de que el control del déficit se está consiguiendo gracias a la parálisis casi total de la inversión pública.

El ejercicio fiscal de 1998 es tan importante o más que el de 1997. Porque, pasado el examen de selectividad de Maastricht, los responsables de la economía española deben demostrar que el control de la política presupuestaria puede mantenerse, incluso en un clima de euforia, provocado por el mayor crecimiento de la economía. El Gobierno no puede limitarse a invocar permanentemente la austeridad; está obligado a buscar un equilibrio entre el rigor presupuestario exigible siempre y más en un espacio monetario único, y las dosis de mayor expansión que permita la mejora del ciclo.x

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