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Madrid acoge una gran cita flamenca en homenaje a un veterano promotor

"He sufrido mucho y gozado lo indecible". Eso dice, a pocas horas de su homenaje, Antonio Fernández, madrileño castizo, agente y promotor que lleva 40 anos cosido al flamenco, fajándose a la sombra de su escasa estatura y su corazón de artista con la bohemia y el genio de gente como Camarón, Lole y Manuel o Las Grecas. Hoy, muchas de las estrellas de un arte que él ayudó a popularizar agradecerán en Madrid la labor de es te personaje al que Enrique Morente cataloga como "el último representante romántico".Salvo imprevistos, el cartel anunciado para las 21.00 en el Cuartel del Conde Duque lo componen Carmen Linares, Rancapino, Pepe de Lucía y Esperanza Fernández (al cante); El Güito, Sara Baras y La Tati (al baile); y Paco Cepero, los hermanos Cortés, El Mami y Los Losada al toque.

La razón del homenaje, según Morente, es que Fernández es "un chulapo, un madrileño, clásico que ha convivido con todos los artistas y ha entregado su energía y su vida al flamenco". Juan Verdú -que junto a José María Velázquez hará de presentador- añade que es "el prototipo de manager de la vieja escuela y un pionero del flamenco espectáculo". Pero Fernández, que nació hace 60 años, se crió y vive todavía en la calle Barbien*, se quita importancia "Iba para funcionario de la Seguridad Social, pero el duende me picó enseguida: era cuñado del gran maestro de baile Antonio Marín (por su escuela pasaron Gades, La Chunga, Mario Maya, Farruco...) así que desde muy joven empecé a asistir a conciertos y tablaos...".

Un gitano rubio

Como vivía a 50 metros de Los Canasteros, el tablao que inauguró Manolo Caracol en 1963, fue éste el culpable de que se convirtiera en representante: "Una noche, en 1968, me dijo que había oído que en San Fernando había un gitano rubio que cantaba muy bien, que fuera a buscarlo. Fui a Cádiz, pero su madre, Juana, me dijo que se lo había llevado El Cordobés, que no sabía cuándo volvería. Al final lo encontré en la sala Xairo de Madrid".

Era Camarón de la Isla, a quien Fernández firmó una exclusiva sustituyendo en el puesto a Antonio Sánchez, el padre de Paco de Lucía. "Estuve cuatro años con él. íbamos con Paco Cepero de guitarrista por provincias, y ya entonces formaba unos tacos tremendos".

De esa época quedan sobre todo las juergas "en Casa de la Titi, un local en Puerta de Hierro, con Curro Romero y Pacode Lucía, en El duende y en Caripén, la casa de Lola Flores". Eran también los años de la rumba, y Fernández descubrió ahí un presunto filón: Las Grecas. "Firmé con ellas en 1971, pero en 1973 me fui a México, les mandé un anticipo para que fueran y me dejaron tirado".

Salvó la vida allí, en Venezuela, en Colombia, en Japón, pero siempre tuvo su central en la Gran Vía. Por ella pasó gente como Rafael Romero, El Gallina, Felipe Campuzano, Sordera, Bernarda y Fernanda, El Chaqueta, El Güito, la familia Montoya, Peret, Los Chorbos... "Todos me hacían sentir algo en el corazón, porque si no me gustaban, no los llevaba". Fernández tiene claro que si los artistas le quieren es por eso: "Lo que ganaba con ellos nunca llegaba al día siguiente. Me lo gastaba esa misma noche para oírles cantar hasta el amanecer". Y en cuanto a ese difícil carácter flamenco... "Los hay listos y torpes, aunque casi todos son muy materialistas porque nunca han tenido dinero. Y cuando lo ganan, como los toreros, se olvidan del apoderado. Yo he llorado, he perdido los nervios... Pero te hacen gozar como nadie... ".

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