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MUERE DIANA, PRINCESA DE GALES

París maldice a los fotógrafos de la prensa del corazón

París maldijo ayer a los paparazzi, considerados responsables del accidente que ha acabado con la vida de la princesa Diana. En los cafés, en las calles, entre la gente que se congregó en torno al fatídico subterráneo del puente de Alma o ante el hospital de la Pitié Salpétrière, donde reposa el cuerpo de "la princesa del pueblo", las descalificaciones llovieron ininterrumpidamente a lo largo de la jornada. Un juicio al que se sumó Charles Spencer, hermano de Diana, varios ministros del Gobierno francés y personalidades del mundo de la política, la cultura y el espectáculo, reclamando en algunos casos la adopción de medidas judiciales que protejan la vida privada de los famosos sometidos al acoso de las cámaras.

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Los siete fotógrafos, seis franceses y un macedonio, que a bordo de dos motos de gran cilindrada y un coche persiguieron por el centro de París al Mercedes negro en el que viajaba la princesa y sus acompañantes, continúan detenidos. Producida la tragedia, uno de ellos continuó sacando fotos del vehículo siniestrado y fue golpeado repetidamente por miembros de los equipos de salvamento que luchaban por extraer los cuerpos moribundos de sus ocupantes. Los fotógrafos retenidos trabajan por su cuenta y venden sus instantáneas a una agencia intermediaria con las revistas, del género, preferentemente.El presidente de la asociación de periodistas alemanes, Herman Meyn, invitó a los medios de comunicación a boicotear las imágenes del accidente y fuentes vinculadas a las revistas del género, destinatarias naturales de las fotografías que perseguían los paparazzi parisienses el sábado por la noche, anunciaron que no adquirirán esas imágenes. "La satisfacción del voyeurismo y de los deseos sensacionalistas del público tienen límites deontológicos en el periodismo, la caza fotográfica de la princesa que ha durado años ha tenido un final trágico y desacredita al conjunto de la profesión", indicó Meyn.

El tabloide estadounidense National Enquirer dijo haber rechazado una oferta de fotografías de la princesa Diana moribunda y atrapada en el vehículo en el que viajaba. Su director, Steve Coz, reveló que un paparazzo no identificado estaba pidiendo un millón de dólares (150 millones de pesetas) por las últimas imágenes de Lady Di con vida, pero aseguró que la proposición fue rechazada.

Ejecutivos del semanario sensacionalista londinense News of the World dijeron, por su parte, haber sido contactados por un fotógrafo francés ansioso por vender material similar. "Nos negamos a siquiera considerarlo", manifestó un portavoz. Según algunas versiones, unos pocos paparazzi lograron aproximarse al coche de Dodi Fayed tras el accidente y antes que llegara la policía. Por lo menos un testigo de la tragedia aseguró haber visto cómo. Uno de los reporteros tomaba vanas imágenes antes de desaparecer en la confusión.

En defensa de sus colegas, el fotógrafo italiano Tazio Secchiarofi, inspirador en su día del personaje del paparazzo de la película La Dolce Vita de Federico Fellini (quien por cierto acuñó esa palabra que no existe en italiano), dijo ayer que sus compañeros "dejan de molestar y se van en cuanto se les permite hacer las fotos". El italiano Mario Brenna, autor de la famosa foto del beso entre Diana de Gales y Dodi Fayed que desveló el romance, mostró ayer su consternación por la muerte de la pareja, aunque no quiso hacer más comentarios. Brenna ha negado haber recibido por aquella instantánea cinco millones de dólares tal como se rumoreó.

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La portavoz del Gobierno francés y ministra de Cultura y Comunicación, Catherine Trautmann, afirmó que la muerte de Diana "nos hace preguntamos sobre el funcionamiento de una profesión y de la sociedad misma".

En Londres, el clamor en favor de estrictas leyes para tratar de poner coto a los excesos e impertinencias de fotógrafos está destinado a aumentar en intensidad. Una declaración formulada en ese sentido por el ministro de Exteriores, Robin Cook, de viaje en Filipinas, puso en guardia a las empresas periodísticas británicas. El Gobierno de Tony Blair, temiendo ser acusado de coartar la libertad de prensa en momentos que, impulsa reformas constitucionales para garantizar las libertades civiles, suavizó más tarde las palabras de Cook. "Somos conscientes de las reacciones, pero en lo que respecta al Gobierno no resulta apropiado adoptar soluciones instantáneas hoy", dijo un portavoz.

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