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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Anguita se hace eco

EL PASADO martes, Julio Anguita acusó al presidente de la Sala Segunda del Tribunal Supremo, José Augusto de Vega, de ser un "presunto delincuente". Se hacía eco de una acusación lanzada por el diario El Mundo, que se hacía eco de un recurso presentado por el Partido Popular. Tanto el diario citado como Anguita basaban su denuncia en la supuesta manipulación por ese magistrado de una sentencia del Tribunal Constitucional para avalar una resolución por la que se declaraba nula la acusación presentada por el PP contra 10 miembros del partido socialista en relación al caso Filesa. Ayer, la Sala de Vacaciones del Supremo expresó su preocupación por tales declaraciones y acusaciones, a lo que Anguita respondió reafirmándose en lo dicho y acusando a la sala de "escurrir el bulto" y "matar al mensajero".Hay tres cuestiones a dilucidar: la supuesta tergiversación, su incidencia en la causa y las acusaciones de Anguita. Sobre lo primero, de la comparación entre el original de la sentencia y el párrafo reproducido en el auto del que fue ponente José Augusto de Vega se deduce que, a partir de un momento dado, la reproducción no es literal. En la medida en que la frase aparece citada entre comillas, ello es irregular y el ponente o la sala deberán dar una explicación.

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Sobre su incidencia en la resolución, de su lectura se desprende que la cita controvertida es un elemento que sirve para reforzar la argumentación, y no el núcleo de la misma; aunque no se hubiera incluido referencia alguna a la sentencia del Constitucional, las conclusiones hubieran sido las mismas: que había que dar por nula el acta de acusación presentada en nombre del PP. Así lo entendió también el fiscal.

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Tanto en la resolución del Constitucional como en el auto del Supremo se trata de determinar si en los casos analizados se ha producido indefensión de una de las partes. El Constitucional argumenta que tal supuesto sólo es invocable cuando la causa de la indefensión sean acciones u omisiones de los órganos jurisdiccionales, pero no cuando la responsabilidad de esa indefensión sea la negligencia, impericia, desinterés, etcétera de la parte que invoca la indefensión. Aunque se refiera a situaciones muy diferentes, ambos casos tienen en común que la responsabilidad en la supuesta indefensión es de los abogados de la parte que, reclama: en un caso, haber dejado transcurrir un determinado plazo legal; en el otro, falta de concreción en las acusaciones presentadas. La confusión proviene de que las comillas no se cierran donde finaliza la parte de la sentencia aplicada al caso, sino que se prolongan a un par de frases en las que la cita ya no es literal. Puede tratarse, por tanto, de un mero error de redacción, o incluso de transcripción, que en todo caso no parece afectar al núcleo de la argumentación ni, por tanto, al sentido de la resolución. Pero sobre esto último habrá de pronunciarse el tribunal en su respuesta. al recurso del PP.

Lo de Anguita es caso aparte. De entrada, es lamentable que un dirigente político sea tan irresponsable: no se puede ir por ahí acusando de prevaricación a los jueces del Tribunal Supremo como quien suelta una machada en un bar; que el diario que primero lanzó, la acusación se distinga por defender a Anguita frente a los críticos de su formación no es motivo suficiente para seguirle la corriente. Llueve sobre mojado, porque fue Anguita el encargado de proclamar universalmente su convicción de que el entonces presidente del Gobierno era el jefe de una banda de terroristas. Pero es especialmente penoso que el líder de una fuerza de izquierda con más de dos millones de votantes vuelva a prestarse a hacer por cuenta del PP aquello que los dirigentes conservadores no se atreven. Porque les daría vergüenza. Pero ahí está Anguita: el mensajero.

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