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Cientos de niños marroquíes son alquilados por sus padres para obtener dinero en Melilla

La pasada semana fueron repatriados unos 360 menores que son usados por mafias

Decenas y decenas de niños marroquíes recorren las calles de Melilla, las del centro principalmente, intentando conseguir unas monedas a cambio de la venta de chicles o de su trabajo como lavacoches o limpiabotas. Muchos duermen en la calle sobre sucios cartones o en cuevas de los acantilados. Los pequeños son utilizados por mafias a quienes deben entregar sus recaudaciones bajo fuertes amenazas de golpes. La pasada semana fueron repatriados 360.

Un determinado grupo de pequeños pernocta bajo una galería de locales de copas llamada El Cargadero. A su corta edad inhalan pegamento, fuman hachís y apuran con avidez los restos de los cubatas de los jóvenes que recorren este bar. Cruzarse con niños de cuatro o cinco años a las tantas de la madrugada, cuando los noctámbulos disfrutan de los efluvios del alcohol y de la estridente música, es algo habitual.Los niños son utilizados por mafias que viven de su actividad. Al término de la jornada de trabajo deben entregar la recaudación a personal que no tiene ningún reparo en golpearles si no entregan el dinero, como denuncia María del Carmen Vicente, de Cruz Roja. En ocasiones, los castigos llegan a extremos incalificables. Hace unos meses, dos chiquillos fueron quemados por miembros de estas mafias. Por fortuna, la acción de varios transeúntes que trasladaron a los heridos al hospital evitó que se consumara el intento de asesinato.

,El primero de ellos, relata la policía, sufrió quemaduras después de que un marroquí adulto, tras mantener una fuerte discusión con él a espaldas de un céntrico hotel, le roció con un líquido inflamable incendiándole posteriormente. El segundo caso ocurría días después. En esta ocasión, un grupo de individuos prendió fuego a la tubería en cuyo interior dormía un menor de unos 14 años. El médico del servicio de urgencias relató que los gritos de dolor de la víctima eran impresionantes cuando llegó al centro sanitario con quemaduras por todo su cuerpo.

Droga y prostitución

La actividad de estos niños varía con la edad, relata la consejera de Bienestar Social, María Antonia Garbín. Los bebés de cinco a ocho meses son alquilados por mujeres para pedir limosna, aprovechándose de la lástima que infunde un bebé tirado por los suelos de cualquier esquina. Desde los 5 a los 11 años se dedican a la venta de chicles o lotería, y a partir de esta edad lavan y cuidan coches o se emplean como recogebasuras o limpiabotas. En las cajas, además del betún, se enconde en ocasiones papelinas con droga o bolas de hachís, afirma María del Carmen Vicente, autora de un estudio sobre la mendicidad infantil en Melilla. La misma que ha denunciado hasta la saciedad esta lamentable situación. En su informe se habla también de niñas emplea, das para la prostitución. La consejera de Servicios Sociales ha impulsado una campaña para erradicar este fenómeno que llena las calles de niños andrajosos y sucios que elevan su mano abierta hacia los melillenses para pedir una limosna. El plan, criticado por Vicente porque considera que no ataca el fondo de la cuestión, ha conseguido que sólo la semana pasada los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado repatriarán a Marruecos a más de 360 niños..

Cuando éstos son de menos de ocho años se alojan en casas de acogida, donde se les lava, se les da de comer y se les viste a la espera, de la llegada de sus padres. Estos, dice María Antonia Garbín, no suelen tardar más de dos días en recogerles. Son los mismos padres, añade la responsable de Bienestar Social, que alquilan a sus hijos sin reparos a las mafias marroquíes que les hacen cruzar cada día a Melilla. Cada chico, explica la consejera, recauda unas 7.000 pesetas diarias, y en ocasiones, añade, estos niños bajo sus andrajos portan ropas limpias y nuevas.

Bienestar Social pide a los melillenses que no contribuyan con su dinero a mantener una práctica que sólo beneficia a personajes sin escrúpulos que viven de la explotación de estos menores, elementos principales de un cruel negocio en el que se juega con los buenos sentimientos de las personas.

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