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Anillos y piedras

Antonio Elorza

Fue el emblema de la opresión cultural de un pueblo. A fines del siglo XIX, los niños vascos que asistían a la escuela recibían del maestro un anillo de cobre cada vez que empleaban una palabra en euskera. El tal anillo iba pasando de un niño a otro, como en el cuento de la botella del diablo, y al acabar la semana quien lo tenía era castigado. Ahora, transcurridos cien años, se han vuelto las tornas y en el episodio de los niños vizcaínos no es un anillo, sino piedras en la mochila lo que ha servido de sanción, esta vez por hablar en castellano. Dos episodios, pero una sola lógica de la acción social que va más allá de la afirmación de una política cultural. Dos muestras también de las aberraciones a que puede llevar una concepción exclusivista del nacionalismo, sea éste español o francés, vasco o catalán.Sería impropio cargar la responsabilidad de este suceso desgraciado sobre el partido que define hoy la política educativa en Euskadi. Sí cabe apuntar, en cambio, que es su visión del proyecto nacionalista la que crea el marco donde ésas y otras irracionalidades resultan posibles e inevitables. El idioma deja de ser un vehículo de comunicación para convertirse en instrumento de hegemonía y exclusión, como más de una vez puede verse en las explicaciones adjuntas a las señales de tráfico, convertidas en trampas para los no euskaldunes. En la comunicación nacionalista, la afirmación de "lo vasco" implica hasta tal punto la imprescindible negación de España que con frecuencia el baile de identidades desemboca en lo grotesco y en lo ininteligible. Acaba de suceder con la información dada por Euskal Telebista sobre, la victoria en la maratón de Atenas. La noticia imposible de transmitir era el triunfo de dos españoles. Así que quedó todo en que había corrido fenomenalmente un vasco, gazteitarra por más señas, siendo batido al final por un soriano o soriarra. Menos mal, que un español, Roncero, según la reseña, llegó el sexto. A los redactores de las dos cadenas vascas no deben de ponerles piedras en las mochilas, pero si un condicionante nacionalitario que nos devuelve a los felices tiempos de Mogambo, con tal de cumplir los códigos que marcan en todo momento la separación simbólica entre Euskal Herria y "el Estado español".

En un plano menos festivo, la triste suerte experimentada por la política unitaria es otra muestra de los efectos de este bloqueo. Es cierto que el Gobierno intentó capitalizar en exceso la nueva coyuntura política, pero, a diferencia de Almunia y Jáuregui, Arzalluz y Egibar no se limitaron a reivindicar el componente pluralista, convirtiendo como siempre la discrepancia en sentimiento de agresión. Tal actitud parece incomprensible si tenemos en cuenta los ataques de toda índole sufridos por el PNV a manos de los seguidores de ETA y más aún si reconocemos que el partido nacionalista está sinceramente comprometido con el propósito de frenar la violencia. Puede más, sin embargo, la exigencia de marcar en todo momento la incompatibilidad entre "lo vasco" y "lo español". De ahí se deriva implícitamente que quedan expulsados de "lo vasco" tanto los individuos como las actitudes y las políticas que de un modo u otro integren lo vasco y lo español. Y en último término quedan recuperadas ETA y HB para: lo que resulta, fundamental, el contenido de la patria vasca. Como precisa el propio Arzalluz en el título de su artículo del 10 de agosto en Deia, una quiebra definitiva entre su partido y los radicales equivale a "destrozar nuestra única patria". La de Sabino Arana, claro, no la que implicaría una concepción democrática de la nación. Por mucho que insulten, rompan o maten, forman parte de la patria, de la única patria vasca, Correlativamente, el PNV no puede compartir "un proyecto político de fondo" con el ajeno a la patria, quien inevitablemente resulta un nacionalista español.

La dualidad democracia frente a violencia y terror se encuentra, pues, dominada por otra dualidad esencial, que constituye el núcleo de su fórmula nacionalista. Subrayarlo no es en modo alguno un "linchamiento", queja muy de moda en los últimos tiempos, de la que también se sirven IU y HB para conjurar las críticas a sus despropósitos. Es sólo un intento, sin duda inútil, de hacer viabl,e' la construcción nacional vasca.

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