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FERIA DE BILBAO

Diez atendidos diarios en la fiesta de las vaquillas

Eso sí que es una fiesta. La fiesta de las vaquillas. Amanece con vaquillas en la plaza de Vista Alegre, de Bilbao. Todos los días, a las nueve en punto de la mañana, mozos y mozas bilbaínos, indígenas y foráneos, por las 300 pesetas de la entrada juegan a recortar vacas que saben latín. Una moza por cada nueve mozos, todo hay que decirlo, entre 20 y 30 años la mayoría, emulan a Don Tancredo más que a Cúchares, a cambio de luxaciones, traumatismos y hasta fracturas nasales.Diez personas de promedio, anestesiadas por el etílico de los kalimotxos, fundamentalmente, son atendidas en la enfermería por el doctor Bourio y sus ayudantes. De cada 10, diariamente recogidos por la DYA en la arena, siete se recuperan de los trompazos en la misma plaza, aunque ayer mismo tres de ellos terminaran en el Hospital Civil de Basurto.

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Un espectáculo plural

Las vaquillas, de entre tres y 12 años, bravas y violentas como el Cantábrico, proceden de Deva -las de Ascensio Arteche-. y de Orozco -las de Benigno Manzarbeitia- "Las traemos más que nada porque nos gusta este lío", dice Javier, el hijo del ganadero de Orozco, "medio kilo por cuatro días en la semana de fiestas no paga el esfuerzo de criarlas, entrenarlas y hacerlas profesionales".

Efectivamente. Las vaquillas aprenden a derrotar en los muslos de la muchachada, pero evitan, listas como el hambre, las tablas del callejón. Frankis, el campeón de los feos de Vizcaya, transmite por megafonía los "susedidos" del ruedo, mientras el ex novillero Quintana está al quite por si los cornúpetas se ceban en algún caído por la fiesta.

3.000 o 4.000 personas se dan cita en los tendidos para reír y asustarse con los resbalones y el "arte" de unos 300 "recortadores". José María Acedo y Juan Manuel Secunza se llevan al "hule" a uno de los toreros improvisados: Iñaki Lacunza, 19 años, de Iturribide, está más preocupado por el destrozo en la indumentaria que por la necesidad del mercurocromo. "Joé, la bronca que me va a echar mi madre", dice, mientras el niqui está hecho jirones. "Y menos mal que van emboladas, tú, que si no...".

Menos mal. Cucuruchos de goma en la punta de los cuernos evitan males mayores. Y menos mal también por ellas, las vaquillas, las protagonistas. Porque una medianamente brava vale 300.000 pesetas, y la chimenea, la figura de la ganadería de Manzarbeitia, está valorada en medio millón. No más pero sí mejor que los toros de la tarde, por lo fijo que embiste. Aunque eche humo.

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