Cantó Berganza
Teresa Berganza por fin cantó en Peralada. El año pasado estaba convocada, pero la enfermedad se lo impidió; en esta ocasión acudió a la cita. Acompañada al piano con mucha corrección por José Antonio Álvarez Parejo, la mezzosoprano madrileña empezó su actuación con cuatro canciones de Rossini: Se il vuol la Mulinara, Chanson de Zora, Addio y Arietta alla spagnola.A pesar de que las obras de Rossini han sido una de las grandes especialidades de Berganza, en esta ocasión su interpretación no, fue todo lo brillante que se esperaba. La voz estaba fría y todo el arabesco y exquisito adorno del canto rossiniano se resintió de ello; la voz pasaba bien por las agilidades y alcanzaba siempre las notas, pero no con la ligereza y pasmosa facilidad de antaño. Berganza conserva el instrumento en buenas condiciones, pero necesita más tiempo que antes para alcanzar un rendimiento óptimo.
Teresa Berganza
Teresa Berganza, mezzosoprano. José Antonio Alvarez Parejo, piano. Obras de Rossini, Schubert, Han, Ernesto Halffier, Rodrigo y Turina. Iglesia del Carme. Peralada, 16 de agosto.
Siguió con conocidos lieder de Schubert -Lachen und Weinen, An die Musik y Erlkönig- y Brahms -Immer leiser, Wie melodien y Von ewiger Liebe-; aquí el problema fue quizá de estilo. Berganza puede cantar lo que quiera- y es seguro que lo hará bien pues tiene una gran voz, sabe utilizarla y lleva muchos años de escenario a cuestas. El lied, sin embargo, es una especialidad muy concreta y definida a la que Berganza ha otorgado una dedicación relativa a lo largo de su carrera; su canto podría haber sido más detallado en lo expresivo, más sutilmente matizado.
En caliente
La segunda parte empezó con cinco delicadísimas canciones de Reynaldo Hahn: D'une prison, Mai, Infidélité, Sí mes vers avaient des ailes y Paysage. Con la voz ya caliente y moviéndose en un terreno que le era más favorable, su interpretación se alzó a un gran nivel, al gran nivel que se espera de Teresa Berganza.
No cabe poner ningún pero a su interpretación de Halm ni a la de las dos canciones -La corza blanca y La niña que se va al mar de Ernesto Halffier, los Cuatro madrigales amatorios de Rodrigo ni a las tres canciones de Turina -El fantasma, Cantares y Farruca- que cerraron el recital. Recursos vocales sobrados, conocimiento del repertorio, sutileza en la intención y adecuada temperatura expresiva se juntaron para configurar una segunda parte memorable.
El público así lo reconoció y a fuerza de bravos y aplausos logró arrancarle a la cantante hasta siete propinas. Entonces salió el repertorio de ópera, opereta y zarzuela, Carmen, Vitaliana in Algeri, La Périchole, La Gran Vía, y Berganza se metió el público en el bolsillo. Si le hubieran dejado, la habrían tenido allí cantando toda la noche. Hasta el agotamiento.
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