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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Primates poco evolucionados

Soy una persona amante de la naturaleza, como tantas otras de las que vivimos en estos predios. Por eso me duele especialmente el poco cuidado que en Madrid se muestra ante la vegetación arbórea de nuestra ciudad.Si uno contempla, por ejemplo, las acacias que pueblan las calles de Madrid observará lo deterioradas que se encuentran: el tronco negro, las ramas cortadas de cuajo mediante podas salvajes, las hojas reducidas al confín de las ramas, como asustadas ante tanta agresión procedente de la contaminación atmosférica o del hacha inmisericorde de los podadores.

En ocasiones, los hachazos del podador sin escrúpulos son tan crueles que han dejado definitivamente truncado el crecimiento de grandes ramas que, de haber sido podadas con cuidado, podrían haber seguido creciendo con normalidad.

Por otra parte -también hay que decirlo-, muchas personas que se rasgan las vestiduras en público cuando comentan las agresiones contra los árboles no se cortan un pelo cuando se trata de tirar en los alcorques cubos enteros de agua mezclada con productos químicos, como los procedentes de lavar los automóviles con poderosos detergentes o abrasivos, así como la misma lejía de faenas domésticas. Del mismo modo, muchos vecinos que se las dan de ecologistas en público no tienen el menor reparo en decidir, en las reuniones de las comunidades de propietarios, que los árboles cuyas ramas les molestan en las ventanas de sus casas sean cortadas para que tales molestias acaben.

Si damos al César lo que es del César, es decir, si atribuimos a las autoridades municipales sus culpas en las agresiones a los árboles, no tenemos otro remedio que criticar las conductas de estos vecinos a los que me refiero. El cuidado de nuestros árboles, es obvio, es una cuestión que nos afecta a todos.

Si cada uno de nosotros no da ejemplo cada día en el respeto a los árboles, malamente podremos exigir a las autoridades que cumplan con su responsabilidad en la administración de un bien colectivo tan precioso como los árboles y, por extensión, toda la vegetación urbana.

De no cambiar en nuestros hábitos como ciudadanos, pronto veremos Madrid desertizado y con el sol enseñoreándose, sobre todo en verano, sobre las calles y las plazas.

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La fuente de oxígeno que cada árbol constituye se verá sofocada progresivamente de tal manera que nuestra respiración sufrirá; padeceremos más quemaduras solares; el calor será insorportable; apenas podremos gozar del placer de pasear por las calles y, entre otras muchas más tribulaciones, nuestra condición de seres superiores, encargados del cuidado y la custodia de los otros seres vivos, se verá restringida y limitada a la condición de primates no evolucionados.-

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