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Ayatolá Gorbachov

Emilio Menéndez del Valle

¿Está en marcha una apertura (perestroika) real en Irán? Se supone que el recién estrenado presidente, Mohamed Jatamí -que ya dio señales de transparencia (glasnost) en su larga época como ministro de Cultura (1982-1992)- es el mentor del cambio. De ahí que en diversos círculos iraníes se le conozca como "ayatolá Gorbachov".Jatamí tiene a favor los votos y en contra el sistema que, mientras no se demuestre lo contrario, él quiere reformar, no destruir. Nada más revelador que recordar los programas de las elecciones del pasado mayo. El candidato oficial del sistema y presidente del Parlamento, Alí Akbar Nateq Nuri, ofrecía mejorar la economía, mantener al país alejado del consabido Satán, esto es, EE UU, reforzar la aplicación de la ya estricta sharia o ley islámica y el riguroso cumplimiento de los códigos del vestuario femenino.

Jatamí prometía más empleo, mayor libertad personal y oposición a la supremacía masculina. Situó los derechos de la mujer como punto central de su programa y llegó a manifestar que incluiría a una mujer en su Gabinete, que, por cierto, ha de constituir de un momento a otro.

¿Cabía dudar por cual de los dos candidatos se decantarían las mujeres iraníes? El propio Nateq Nuri intentó rectificar su error, modificando a última hora su posición respecto a la consideración de la mujer en el islam. Pero era tarde y además no era creíble. Piénsese que el Consejo de los Guardianes de la Constitución, órgano ultraortodoxo del sistema y, por ende, oficiosamente pro Nateq Nuri, diez días antes de las elecciones adoptó una decisión difícilmente olvidable por las votantes iraníes. El tal Consejo -responsable de la preselección (sinónimo de censura) de los candidatos a presidente- redujo a los 238 oficialmente inscritos a tan sólo cuatro. Y desde luego eliminó a las únicas nueve mujeres aspirantes. La culpa no es del islam, pero dañan al islam quienes, en su nombre, de tal modo actúan.

Así pues, los comicios iraníes del 23 de mayo fueron los más significativos de los 18 años de historia de la revolución. Por disponer de un candidato como Jatamí, porque la edad electoral es a partir de los 15 años, y porque alrededor del 50% de la población ha nacido después de esa revolución de 1979. Todo ello llevó aquel día a una enorme y entusiasmada participación (94%) y a que Jatamí obtuviera 20 de los 30 millones de votos emitidos.

¿Cosechará frutos concretos tal entusiasmo? Aunque la primera señal será la presencia o ausencia de significativos renovadores en el diminuto nuevo Gobierno, probablemente tardaremos algún tiempo en ver resultados concretos. Hay que tener en cuenta que la tarea es peligrosa y no exenta de dificultades. Los votantes han expresado su voluntad de cambio. Ya es un avance en sí mismo (para ejemplo de la mayoría de las sociedades islámicas) que, a pesar de obstáculos diversos, hayan votado libremente. Buscan progresar en los ámbitos interno y externo, aunque es más que posible que el inmediato interés de las mujeres y de los hombres (en este orden) iraníes resida en las cuestiones internas, que es donde se centró la campaña electoral y donde, por otro lado, Jatamí tiene verdaderas competencias.

Es, sin embargo, en las relaciones exteriores donde Occidente, y sobre todo Washington, querrían ver cuanto antes algún indicio de cambio. Pero es justamente aquí donde Jatamí lo tiene más difícil, ya que la política exterior depende, prácticamente de manera exclusiva, del ayatolá Jamenei, supremo líder de la revolución y sucesor del imam Jomeini. Hay que señalar que Washington acaba de dar un paso al no oponerse a la construcción del gaseoducto que desde Turkinenistán y a través de territorio iraní llegará hasta Turquía y, eventualmente, Europa. Pero también que Jatamí manifestó hace un par de meses que "Irán puede aprender de Occidente, titular de una soberbia civilización que ha influenciado a todo el mundo". Está por ver si ello constituye el umbral de una desaceleración de las respectivas animosidades. En todo caso, las mujeres iraníes han avanzado.

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