_
_
_
_
Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Esta noche, la libertad

CON LAS campanadas de la medianoche del 14 de agosto de 1947 nacían a la independencia dos nuevas naciones y moría un imperio. Jawaharlal Nehru proclamaba la aparición en la escena mundial de la Unión India, y con considerable menor entusiasmo, Alí Jinnah, su hermano-enemigo, se resignaba a la creación de Pakistán, ambos integrantes del mayor imperio territorial que había sobrevivido a los avatares del siglo.El nacimiento no fue exactamente un prodigio de descolonización, puesto que la apresurada retirada de Londres, más de un año antes del plazo previsto, urgida por el último virrey, lord Mountbatten, aceleró un trasiego de poblaciones en el que millones de musulmanes e hindúes, acosándose entre sí, compatriotas como eran en muchos casos de cultura y lengua, pero encarnizados enemigos de religión, buscaron refugio, los primeros, en Pakistán, y los segundos, en la India. Se ha hablado de dos millones de muertos en ese parto atroz.

La India, especialmente, surgía en el dolor de la escisión de una civilización milenaria, que había sabido convivir durante siglos hasta que el colonialismo británico creó los focos de un separatismo basado en el pnincipio de divide y vencerás. Nehru, aún en la exaltación de aquel amanecer, vivía angustiosamente el despedazamiento de su país. Pero aquella India nacía, al mismo tiempo, con las mayores aspiraciones de verdad y de justicia que ha conocido el mundo.

La India de Nehru sería ejemplo y modelo para el mundo, país no alineado antes de que se inventara incluso, en Bandung en 1955, el concepto de neutralidad entre los bloques norteamericano y soviético, basado en una economía mixta socializante, sin que ello atentara contra el mantenimiento de las libertades y el sereno ceremonial de la democracia. Una nueva nación que arrancaría a sus hijos de la pobreza, tomando lo mejor de la madrastra colonizadora: sus instituciones.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

El balance a los 50 años de independencia no puede hacer plena justicia a aquellas aspiraciones, aunque diste mucho de ser negativo. La India se convirtió, ala muerte en 1964 de un Nehru amargado por las guerras de 1948 (con Pakistán) y 1962 (con China), en una especie de imperio dinástico en el que el partido fundador de la independencia, el del Congreso, consagraba en el trono a la hija de Nehru, Indira, y luego al hijo de ésta, Rajiv, ambos asesinados en el cargo; un país donde la corrupción se hacía rampante y en el que los separatismos florecían desde el movimiento sij en el Punjab hasta la violenta tribalización política en los confines orientales e himaláyicos.

Pero a través de toda esa agitada historia, el sistema representativo y de responsabilidades democráticas ha podido ser preservado, y un relativo progreso económico ha permitido la paulatina formación de una clase media, que es hoy el verdadero futuro de la India. La tenaza del Congreso sobre el país quedó ya muy desmejorada con la muerte de Rajiv Gandhi en 1991, y desde entonces, como anteriormente con el breve mandato de Morarji Desai en los setenta, se han sucedido los jefes de Gobierno, de dentro y fuera del Partido del Congreso. El partido-padre ya no parece en condiciones de llegar al poder, cuando lo hace, sino por medio de coaliciones con partidos regionales.

La última asechanza al Estado laico de la India, nacido en contraposición al islamismo paquistaní, la constituye, sin embargo, el crecimiento de las formaciones hinduistas, en las que medra un integrismo apenas distinguible en su fanatismo de algunas teocracias musulmanas. Pero los "hijos de la medianoche", como los bautizó el novelista Salman Rushdie, han alcanzado su mayoría de edad, y ello es bueno para el mundo. Aquella noche de agosto de hace 50 años, Jawaharlal Nehru no hizo una proclama en vano.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_