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Medio siglo de un vendaval de espectáculos

Los dos festivales, oficial y alternativo, de Edimburgo comenzaron ayer su 50ª edición

Los dos festivales, el oficial o internacional el alternativo o Fringe, de Edimburgo, los más creativos y raros acontecimientos cuIturales de Europa, celebran este año sus bodas de plata con una programación de lujo. Desde ayer y hasta el 30 de de este mes, más de 10.000 artistas de los cinco continentes traerán sus propuestas de ópera, danza, música, teatro, comedia, literatura y cine a la capital escocesa. Edimburgo rompe cada agosto, además de nuevos récords, nuevas fronteras de la imaginación. Sede desde 1947 de estos dos encuentros, complementarios, la majestuosa villa se convierte en un vendaval de espectáculos y en el punto de encuentro de todas las formas de amar el arte.

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En el ojo del huracán

Ahora coinciden en Edimburgo siete festivales diferentes, siendo el Flux (música alternativa), la más reciente incorporación al programa. El resto de la mayor rareza cultural del planeta lo integran los encuentros de cine, bandas militares, jazz y blues, y la feria del libro, además de los antes mencionados oficial y Fringe.Con 1.278 actuaciones, protagonizadas en 200 diferentes locales por unas 1.000 compañías, el Fringe tiene asegurado un lugar en el Guinness de récords. No hay festival que supere tan enorme oferta. Sus responsables nunca vetan ninguna solicitud, ni en el contenido de los espectáculos ni a sus autores e intérpretes, Divos y artistas desconocidos comparten, medidos por el mismo rasero, la programación del Fringe, que se detalla en un folleto de 144 páginas. Esta política abierta, que se mantiene desde 1947, hace que del aburrimiento se oscile a la genialidad.

Descubrir lo que merece la pena es un ejercicio sencillo: los espectadores se encargan de correr la voz sobre la obra teatral que hay que ver.- De no oirse rumores, la programación de unas cuantas salas -Assembly Rooms, Pleasance y Traverse Theatre, entre ellas- equivale, por lo general, a calidad e ingenio garantizados.

Por su parte, el Festival Internacional, el de más audiencia en estos días de Edimburgo, rescata este año espectáculos de ediciones pasadas, con ocasión de su 50 cumpleaños: el concierto de la ópera Macbeth, en su versión de 1947, a cargo de la orquesta de la Royal Opera House; y la puesta en escena del drama Cocktail Party, de T. S. Eliot, que se representó por primera vez en esta ciudad en el año 1949.

Pero la oferta mira también al presente y al futuro. El presupuesto de 5 millones 800.000 libras esterlinas (unos 1.500 millones de pesetas) permite la presencia de producciones británicas y extranjeras. Varias compañías de Francia, España, China y Australia debutan en la capital escocesa. El director del festival, Brian McMaster, proyecta recuperar el 65 por ciento de los gastos a través de patrocinadores, donaciones y venta de localidades.

Tharp!, título genérico de tres piezas de ballet de la coreógrafa americana Twyla Tharp, es cita obligada en esta edición del festival escocés. Se trata de un trío de recientes escenografías, con partituras de Philip Glass: dos de música tradicional americana y una con himnos de la comunidad Shaker. La oferta de danza se completa con Tears of Laughter, a cargo del Nederlands Dans Theater III y con un programa completo del Ballet de San Francisco. En la sección de ópera destacan un nuevo, montaje de Platée, de Rameau, con coreografía y dirección del norteamericano Marc Morris; y Ariadne auf Naxos, de Strauss, interpretada por la compañía escocesa de ópera.

El programa teatral es excepcionalmente atractivo y combina la representación de obras consagradas y montajes de textos de dramaturgos noveles, como East Palace, West Palace, escrito y dirigido por el cineasta chino Zhang Yuan. El alemán Peter Stein regresa a Edimburgo con su famoso montaje de la obra de Chejov El jardín de los cerezos, que estrenó en el festival de Salzburgo de 1995.

Al margen de ambos festivales, la audiencia de Edimburgo pone al alcance del asistente las últimas novedades cinematográficas y literarias. Se pueden seguir las actuaciones de los escoceses Teenage Fanclub, estrellas del primer encuentro de música alternativa; o escuchar los conciertos de las decenas de bandas militares que se reunen este mes en el patio del Castillo de Edimburgo. Tarde o temprano, el visitante entrará en contacto con el arte y la cultura genuinos, que inevitablemente escapan de los recintos cerrados e invaden las calles de la ciudad.

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