Buenas nuevas desde Rusia
EL AÑO próximo, el rublo ruso será redenominado quitándole a la actual moneda tres ceros. Mil rublos actuales serán uno nuevo. Lo que podría parecer a algunos una mera operación estética es una medida que sin duda busca un efecto psicológico, pero que responde también a una realidad que se ha ido imponiendo a lo largo del último año y que no muchos auguraban. Es el hecho de que el rublo se ha consolidado después de años de caos inflacionista y desorden financiero. El rublo es hoy una moneda estable.Este hecho forma parte de una evolución general de la economía rusa hacia la estabilidad que parecía imposible en los momentos en que la enfermedad de Yeltsin parecía haber dejado sin timón al Kremlin y las luchas palaciegas eran lo único importante para el entorno del presidente.
Las reformas en diversos campos están cuajando, y por primera vez no son sólo los grandes mafiosos los que se benefician de ello. Es una novedad que la demagogia antirreformista de comunistas y nacionalistas radicales esté en franco retroceso. El Parlamento, dominado por esos sectores, parece haberlo notado y se muestra mucho menos agresivo hacia la política del Kremlin. No porque le guste más, sino porque empieza a considerar políticamente poco rentable la labor de sabotaje de las reformas,
Los dos hombres fuertes del presidente hoy día, Borís Nemtsov y Anatoli Chubais, han conferido solvencia y energía a esta política de liberalización. La reforma fiscal, la política de privatizaciones, la liquidación de subvenciones a los grandes monstruos inviables del régimen soviético y el rigor presupuestario son hitos en esta larga marcha de los reformistas.
Además, tanto Chubais como, sobre todo, el joveri Nemtsov han emprendido una ofensiva para integrar las actividades económicas y financieras en el marco de la ley. Están teniendo los primeros éxitos en parar los pies a los grandes tiburones que han utilizado el caos de los últimos años para hacer inmensos emporios por medios ilícitos y criminales. Si los reformistas logran imponer el orden, y si el respeto a la ley se convierte en regla más que en excepción, como ha sido hasta ahora, Rusia podría comenzar pronto a cosechar los frutos con la llegada de la inversión -externa e interna- para la ingente tarea de modernización de la industria y los servicios. El miedo a la falta de marco jurídico y a la omnipresencia de las mafias ha sido el factor clave para disuadir al capital inversor.
Por supuesto, las dificultades son todavía inmensas. Y los antirreformistas, todas las fuerzas contrarias a los cambios por uno u otro motivo, las mafias y los grandes beneficiarios del desorden, están, sin duda, dispuestos a dar la batalla contra la política de Chubais y Nemtsov. Las reformas seguirán siendo necesariamente impopulares cuando, como en el desmantelamiento de subvenciones -para viviendas, electricidad u otros bienes-, tengan efectos inmediatos sobre la población. Y los funcionarios, policía, militares y otros cuerpos del Estado difícilmente saldrán de la gravísima situación en que se hallan por mucho que el Estado privatice sus propiedades para pagar sus salarios. En muchas regiones no han cobrado desde hace muchos meses.
Pero, con todo, es sin duda una gran novedad que en los últimos tiempos lleguen noticias buenas de Rusia. Porque cada avance en la implantación de la legalidad es un paso adelante en la consolidación de la democracia. Y un revés para las fuerzas que quieren explotar políticamente la miseria, el rencor y el odio. Parece, pues, bueno para todos los demócratas y la comunidad internacional.
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