Aprender de Biescas
NADIE DEVOLVERÁ la vida a las 87 víctimas de la tragedia del cámping de Biescas, ocurrida hace un año, pero su recuerdo debería servir al menos para aumentar el nivel de exigencia en las decisiones administrativas que tienen que ver con la prevención de catástrofes. En España, los desastres naturales que más estragos originan son las inundaciones. En los últimos 25 años, el 90% de la siniestralidad en bienes se debe a esta causa. Como han subrayado los expertos, es difícil prever cuándo se producirá una riada, pero muy fácil augurar dónde ocurrirá. Incluso si fueran exageradas las cifras que barajan, no deberían despacharse sin más las advertencias de la coordinadora de grupos ecologistas CODA, que asegura que en España existen no menos de 25.000 edificaciones de distinto tipo construidas sobre antiguos cauces de ríos o su área inmediata de influencia.En la comisión especial sobre prevención y asistencia en situación de catástrofes creada en el Senado, el representante del Instituto Nacional de Meteorología dejó clara en junio pasado la incapacidad de los predictores para anticipar los fenómenos atmosféricos catastróficos. Con entre seis y nueve horas de antelación se puede predecir el tiempo genérico que hará sobre un área de entre 8.000 y 25.000 kilómetros cuadrados; con más de seis horas, entre 100 y 1.000 kilómetros, y al momento (10 minutos), en una comarca de 20 kilómetros, con la ayuda de radares.
El 6 de agosto de 1996, el servicio meteorológico alertó del riesgo de tormentas en Aragón, pero hasta bien vencido el día no se supo dónde se habían producido las de mayor intensidad: Albarracín, algunos puntos del valle del Ebro y la zona de Biescas, donde el único pluviómetro de la zona registró 160 litros de lluvia en una hora. Los especialistas han estimado que la intensidad de la lluvia alcanzó los 500 litros por hora durante un espacio de 10 minutos en el barranco de Arás.
El procedimiento penal abierto a raíz de la catástrofe será probablemente archivado, según fuentes de la investigación. Los abogados de las víctimas critícan que la instrucción no haya indagado en las causas del desastre. Sin embargo, las causas técnicas son hoy perfectamente conocidas: ese diluvio provocó una riada de 500 metros cúbicos por segundo, que arrastró 13.000 toneladas de sedimentos con 40.000 años de antigüedad, en una caída vertiginosa sobre las casi treinta presas de contención del barranco, a las que fue destruyendo, una tras otra, en una pendiente del 20% en tan sólo minuto y medio. Al caer la avalancha en el cono de deyección taponó el cauce artificial construido en los años cincuenta. Buscó otra salida y la encontró en la explanada ocupada por el cámping junto a la confluencia del Arás con el río Gállego. Según los datos manejados por los ingenieros que diseñaron el encauzamiento del Arás, la posibilidad de que el torrente se desbordara era mínima, una vez dasactivada su errática desembocadura con una canalización artificial. El cámping de Biescas obtuvo la licencia para ubicarse en esa zona de riesgo, supuestamente desactivado. Sin embargo, la existencia de un informe realizado en 1986, antes de la tramitación de la autorización, por un ingeniero forestal que alertaba del peligro podría dar base a reclamaciones por la vía contencioso-administrativa.
Todos los comparecientes a la comisión especial del Senado, que continuará su actividad a la vuelta de vacaciones, han coincidido en reclamar la urgencia de delimitar las zonas de riesgo -hay más de 1.400 puntos negros-, así como elaborar mapas de peligrosidad para dotar a las autoridades municipales de una herramienta indispensable a la hora de otorgar licencias de edificaciones o diseñar infraestructuras. También resaltan la necesidad de recurrir a nuevas tecnologías, como la paleohidrogeología, para indagar en la historia el comportamiento de inundaciones pasadas o del propio suelo. Impulsar estas iniciativas como medidas de prevención ante futuras catástrofes resulta mucho más útil que buscar cabezas de turco para echarles la culpa de un suceso que desborda las previsiones calculadas con los medios disponibles en una época ya pasada.
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