Yeltsin y el 'Papa' ortodoxo de Rusia sellan la paz en la guerra por la 'ley de religión'
El presidente ruso, Borís Yeltsin, y el papa de la Iglesia ortodoxa, el patriarca de Moscú y de todas las Rusias Alejo II, sellaron ayer simbólicamente su reconciliación, tras una disputa, que no llegó a ser abierta, por la ley de religión aprobada por el Parlamento y vetada por el líder del Kremlin. Ambos enterraron definitivamente el hacha de la guerra al inaugurar una nueva iglesia, construida en apenas tres meses en el mismo lugar donde una capilla, varias veces centenaria, fue derribada por el régimen comunista de Stalin.El texto definitivo de la Ley sobre la Libertad de Conciencia y las Asociaciones Religiosas será elaborado por una "comisión conciliatoria" (Yeltsin dixit) en la que participarán representantes de la Duma, el Gobierno, la Administración presidencial y la Iglesia ortodoxa. Yeltsin vetó el proyecto de ley aprobado por el Parlamento, en el que se discriminaba a las confesiones "no tradicionales", con menos de 50 años de actividad en Rusia. Eso dejaba dentro a ortodoxos, judíos, musulmanes e incluso budistas, pero podía dejar fuera nada menos que a católicos y protestantes y, al menos en teoría, someterles a un periodo de prueba de 15 años.
Hubo reacciones adversas del Papa, de asociaciones de derechos humanos e incluso del Senado norteamericano, que amenazó con suspender la ayuda económica a Rusia.
Para la Iglesia ortodoxa, que opinó que la ley no discriminaba a nadie, el veto de Yeltsin constituyó "una sorpresa", aunque sólo fuera porque el representante del presidente en la Duma no dijo ni palabra mientras el texto se debatía. A partir de ahí, las posiciones de Alejo II y Yeltsin se fueron acercando y, sobre todo tras el acto de ayer, el acuerdo se da por seguro. No parece probable que la Duma persista en mantener la ley en su actual redacción. Lo más probable parece que esta guerra de religión concluya, antes de haber empezado, con graves obstáculos al funcionamiento de las sectas, como la japonesa de La Verdad Suprema, inusitadamente activa en Rusia.
No está tan clara la forma en la que el concepto de libertad religiosa podrá conjugarse con el papel especial que la Iglesia ortodoxa quiere jugar. Ayer, Alejo II aseguraba que "sólo sobre la base de la religión ortodoxa puede la madre patria recuperar su magnificencia". El problema estriba en que la preocupación del patriarca no procede tan sólo de "sectas y seudomisioneros", sino también del proselitismo creciente de católicos y protestantes.
El propio Yeltsin recalcó que es plenamente consciente de la "importancia del renacimiento de la religión ortodoxa". Ésta es muy visible en los centenares, si no miles de templos que se reconstruyen o se restauran en toda Rusia. Tal vez el más representantivo de todos ellos sea la iglesia de Cristo Salvador, muy cerca del Kremlin, demolida por orden de Stalin y sustituida durante décadas por una piscina al aire libre.
Tres turnos de obreros han trabajado día y noche, durante tres meses, para que la iglesia que ayer consagró Alejo II, dedicada a los santos Borís y Gleb, estuviera a punto para el 6 de agosto, fecha en la que se conmemora a los primeros santos rusos, cuyos nombres, por cierto, llevan los dos hijos de Tatiana, la hija y asesora preferida de Yeltsin.
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