El Yo
Hoy vamos a hablar de otro liberal. Isaac Prado Villapol, alcalde de O Vicedo, en Lugo, le ha puesto su propio nombre, avenida Doctor Prado Villapol, a la vía principal del pueblo. Esta excelencia ha dado algo que hablar por otras minucias, como embolsarse 60 kilos en dietas, pero a mí lo que me emociona es este gesto filantrópico y centrista de donar el propio nombre al eje transversal del municipio.Alcalde desde hace 24 años, el doctor Prado gobierna con mayoría total. Los 11 concejales son del Partido Popular, entre otras cosas, porque nunca hubo candidatura opositora. Dicen que eso es así porque tiene al vecindario intimidado, que allí no se vende un tornillo ni un condón sin su control. Hay quien interpreta su graciosa aportación al nomenclátor como una desvergüenza caciquil y se le acusa de manejar el pueblo como una ínsula franquista. Ya estamos. Los hay que confunden el franquismo con la franqueza. Típico análisis anacrónico y resentido de los que desearían que el callejero fuese un coladero de poetas malditos.
El del doctor Prado es un desinteresado gesto de ilustración zoológica sobre el poder. Nos brinda una metáfora que conmueve por natural. A la manera del cánido que señala su territorio con el rastro que deriva del acto diurético consecuente al no por instintivo menos elegante gesto de alzar la pata trasera, la marca simbólica del mandatario, encarnada a más no poder en placa que lleva su nombre, se ajusta al milímetro al espacio potestativo y nunca podrá decirse que los administrados, pares o impares, no saben a quién atenerse. En realidad, este hombre es un adelantado. Un profeta del poder tautológico. El heraldo de un asfixiante pleonasmo. Abanderado del ideario que nos gobierna: el pronombre personal de primera persona.
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