Los "chinos de los collares"
"A peleta", vendían los collares los "chinos de los collares". Por el precio se ve que hace mucho tiempo: antes de la guerra civil. Luego se descubrió que no eran chinos, sino japoneses: nuestra cultura fisiognomónica era nula y los japoneses no conocían el turismo, que estaba reservado a los ingleses, como se llamaba a los blancos raros. Todavía algunos chicos piden "uan peni" en catedrales, plazas de toros, burdeles y otros lugares de alto interés nacional. Los chinos eran japoneses: espías. Vendían también lapiceros, sacapuntas, gomas; en oficinas y ministerios, donde copiaban (podría ser, también, mentira). Pero ya llegaban los alemanes y los italianos, y los moros: "los nacionales"; y las brigadas internacionales: a estos compañeros se les llamó "los rusos".Ahora verdaderos chinos venden flores: en toda España. No sé cómo han quitado el comercio a los gitanos. En los lugares nocturnos, santos o dudosos, llegan los chinos: chicas, niños, mayores: no hablan casi español, y sacan mecheros de una bolsa. Seiscientos mil mecheros explosivos, dice nuestro truculento titular. El periodismo es así: descúbrase una falta y la convertirá en delito peor. Los mecheros son como todos: podría ocurrir que, juntos, y mediante un agente externo, llegasen a explotar: como los de las tiendas. Pero los conformistas de los periódicos estamos siempre al lado del orden y hasta exageramos obedeciendo la Ley de la Unanimidad. El problema no son los mecheros o las flores o no sé qué productillos que venden, sino los propios vendedores: son ilegales. Naturalmente, víctimas "de una red": de otra forma no se sabe cómo pueden llegar de China aquí. A no ser que los coloquen los misioneros: pero ésos son los "chinitos", se les han encontrado patronos, se ha pedido para ellos con cabecitas de porcelana. Los misioneros no pueden ser llamados "red". El descubrimiento semántico de la palabra "red" es de gran utilidad para perseguir a personas que, de otro modo, darían pena. Las pobres chicas africanas que están "al punto", a veces menores pero, eso sí, negras (las de los misioneros son "negritas") dejan de preocupamos si son víctimas de una red. Los chinos, lógicamente, vienen de China: un viaje tremendo y pagan por ello. Como los peruanos, o los dominicanos o los guineanos. O los marroquíes, que se juegan la vida. Son huidos, escapados: de sus dictaduras, sus miserias. Ah, pero son víctimas de una red, y eso justifica todo.
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