Cazador de cometas
El 16 de julio de 1994, un acontecimiento astronómico ocupó las páginas de los periódicos y las pantallas de las televisiones. Ese día, el primer fragmento del cometa Shoemaker-Levy 9 se precipitó sobre la superficie de Júpiter, tal y como los astrónomos habían predicho 16 meses antes. Ese día, y los siguientes, el nombre del cometa le fue tan familiar al público como lo son normalmente las personas y los lugares de actualidad.El matrimonio formado por Eugene y Carolyn Shoemaker y David Levy habían descubierto, en marzo de 1993, que un cometa troceado en una veintena de fragmentos describía una trayectoria que lo llevaría a colisionar con Júpiter. Reconstruyendo su historia pasada, pudieron concluir que ya había pasado por las cercanías del planeta gigante en el verano de 1992, de modo que su enorme fuerza gravitatoria lo había roto, convirtiendo un cometa originalmente compacto en una especie de collar de fragmentos. La sucesión de impactos escenificó, lejos de nosotros, uno de los episodios, frecuentes en otras épocas de la Tierra, que suponemos tuvo importantes consecuencias en su conformación actual y en la historia de la vida.
Eugene Shoemaker ha muerto hace unos días, a los 69 años, en un accidente automovilístico en Australia. Su nombre adquirió notoriedad pública durante el episodio del cometa roto, pero era una persona muy conocida entre los astrónomos como buscador infatigable de cometas y asteroides. Descubrió cerca de ochocientos en las más de 25.000 placas fotográficas que, con su esposa, tomó y analizó desde el observatorio de Monte Palomar. Y se interesó siempre por las trayectorias de estos cuerpos celestes cuando invaden la región interna del Sistema Solar, en la que se encuentra precisamente la Tierra, y por sus impactos sobre los planetas. Los Shoemaker se encontraban en Australia precisamente para estudiar los numerosos cráteres de impacto de dicho continente.
No volveremos a contar más con la pasión y la perseverancia de este verdadero cazador de cometas, perseguidor de objetos celestes humildes y próximos a nosotros, manchas imperceptibles en las placas fotográficas para ojos menos avezados que los suyos. Su esposa y sus colaboradores, junto con una numerosa nómina de astrónomos, profesionales y aficionados, seguirán, sin embargo, escrutando el cielo en busca de nuevos cometas y asteroides, anuncios antaño de calamidades y fuente hogaño de conocimiento científico sobre el mundo en que vivimos.
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