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La última matanza integrista exacerba la impotencia y la desesperación entre los ciudadanos argelinos

"Estamos viviendo el horror en toda su dimensión y el mundo parece indiferente ante nuestro sufrimiento. Esto es un verdadero genocidio", grita Said G., un ingeniero argelino contactado por EL PAÍS. "Todos nos, abandonan". La sensación de impotencia y de rabia se mezcla con la del dólor y la desesperación. Cada día Argel amanece angustiada esperando las noticias sobre una nueva matanza atribuida a islamistas, a terroristas o a bandas incontroladas. Nadie lo sabe. Lo único cierto son los muertos que están ahí: niños, mujeres, viejos, degollados, mutilados, calcinados...El barrio pobre de Si Zerruk, en Larbaa, ha sido el último de la serie. Primero fueron Dauda, Kolea, Lebguer, Sidi Antri, Medea, VIsar Bujari, Baraki, Hayut, por citar sólo los más ¿troces, aquellos que tristemente pasarán a la historia dé los crímenes contra la humanidad, si algún día se llegan a juzgar. En Si Zerruk fueron una tréintena de salvajes asesinos que cayeron como buitres sobres las casuchas de la gente en plena noche. Mataron todo lo que se movía. Mataron, degollaron, destrozaron. Abrieron las bombonas de gas y prendieron fuego. Se llevaron a 11 mujeres como rehenes. Como en casos anteriores, algunas de ellas aparecerán muertas más_tarde, se- lamentan los lugareños, que desean en su fuero interno que sea lo más pronto para ahortar sufrimiento a las pobres desgraciadas.

El triángulo de la muerte se extiende en un área de 80 kilómetros; lo que fueron ricos vergeles en tiempos coloniales es hoy lugar de apocalipsis. Larbaa se encuentra en pleno corazón de ese triángulo, y todo indica que se está librando allí una guerra sin cuartel, una guerra en la que los contornos no están claros, en la que los que manejan los hilos siguen ocultos. Una guerra en la que sólo se cuenta el número de víctimas y la intensidad de la violencia.

La prensa de Argel escribe que las últimas matanzas son las respuestas de los terroristas a la operación militar en Attatba, en la que resultó muerto Antar Zuabri y otros 1,30 de sus secuaces. Pero nadie explica por qué ni el acuartelamiento militar ni la brigada de gendarmería ni el puesto de guarda comunal, que se encuentran a un centenar de metros. del hoy cementerio de Si Zerrut, reaccionaron a tiempo. Por qué nadie intervino en ayuda de la pobre, gente nadie; lo explica. "El Gobierno nos ha abandonado", gritaba desesperada una mujer que lloraba a los suyos frente a una casa destruida todavía humeante.

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