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FERIA DE JULIO

¿Por qué no se caen los toros de rejoneo?

¡No se cayeron los toros!Fue a la décima. Por primera vez en la feria, a la que hacía diez, los toros ¡no se caían

Uno pregunta por qué. A ver, quien corresponda: ¿por qué no se caían los toros? ¿Por qué no se caen nunca en las mal llamadas corridas de rejones?

Los taurinos dicen que, en las de rejones, los toros no se caen porque no se emplean.

¡Mentira!

Mentira podrida, pues en las corridas llamadas con absoluta propiedad de lidia ordinaria, se caen los toros que se emplean y los que están en paro. Se caen todos. En esta Feria de Julio -sin ir más lejos-, toros y novillos de distintas procedencias y crianzas, mansos o bravos, se cayeron todos.

Todos se caían sin necesidad de empleo. Se caían de caerse. Se caían porque sí. Pegaban par de carreras y antes de concluirlas ya estaban rodando por la arena.

Tassara / Seis rejoneadores

Toros exageradamente despuntados para rejoneo de Flores Tassara, que dieron juego.Joâo Moura: rejón ladeado (oreja). Luis Domecq: rejón trasero bajo (petición y vuelta). Pablo Hermoso de Mendoza: rejón muy trasero (oreja). Antonio Domecq: rejón ladeado (oreja). Paco Ojeda: pinchazo hondo, otro pescuecero y, pie a tierra, descabello (ovación y salida al tercio). Andy Cartagena: pinchazo, otro trasero muy bajo, rueda de peones y rejón en lo alto (oreja). Se guardó un minuto de silencio en memoria de Curro Valencia, muerto en esta plaza hace un año. Plaza de Valencia, 27 de julio. 10ª corrida de feria. Dos tercios de entrada.

Más información
Descubierta una placa en memoria de Curro Valencia

Los toros de la mal llamada corrida de rejones, en cambio, emprendían esas galopadas y muchas más a velocidad de vértigo, en su transcurso les metían en el cuerpo unos rejonazos suficientes para fundirles el alma, y no se caían; antes al contrario, seguían galopando, sin tregua ni conmiseración, hasta que rendían la vida como consecuencia del rejonazo de muerte.

Los toros se caen -otra argumentación añadida de los taurinos- por el castigo de la puya.

¡Mentira!

Mentira cochina, pues se han visto toros en esta feria a los que ni siquiera pudieron picar. Apenas sentían el leve roce de la puya que les depositaba, con delicadeza propia de una dulce gheisa, el individuo del castoreño, se desplomaban.

A los toros de la mal llamada corrida de rejones les clavaban unos hierros de tal fuste que a su lado las puyas parecen inocentes navajitas. ¿Alguien ha visto los bien llamados rejones de castigo? Van ocultos en papel de color para disimular, pero en realidad son estoques, efectivamente de castigo aunque también podrían calificarse de tortura. Y con varios de esos hierros metidos en el cuerpo, después las banderillas, sin parar de correr, de cambiar los viajes, de doblar, de cabriolear, de tirar derrotes, los toros de la mal llamada corrida de rejones no se caen.

¿Porqué? .

Decía un ganadero histórico -le llamaban AP para abreviar- que, si a los toreros no les interesara que se cayeran los toros, no se caerían nunca. La regla vale para el rejoneo: los toros no se caen porque a los rejoneadores no les interesa. Si se cayeran, no podrían pegar las galopadas y los brincos sombrero en mano, que son su fuerte.

Las ovaciones de la tarde se las ganaron Pablo Hermoso de Mendoza cuando daba giros burlando la embestida del toro y Andy Cartagena cuando el sexto le perseguía desenfrenado y al cabo de una vuelta al ruedo ya le había ganado la carrera por cuerpo y medio.

Andy Cartagena reunió en esa acción los tres valores de mayor aprecio para el público de las mal llamadas corridas de rejones: el galope, saludar sombrero en mano, tirarlo y que caiga boca abajo. Lo hizo así y fue el deliro.

El joven Cartagena completó una actuación espectacular. Paco Ojeda, que le precedió, la tuvo opaca y, en el primer rejón, el toro corneó al caballo en el anca. Antonio Domecq rejoneó, eficaz. Hermoso de Mendoza, cuyo caballo también sufrió un derrote -no cruento-, sobre los giros dichos, al banderillear hizo alarde de templanza. Luis Domecq toreó sobrio y seguro. Joáo Moura volvíó a dictar una lección de temple y mando; por algo es maestro en el arte de Marialva.

Abrió plaza Moura y por muchos vueltas y desplazamientos que dio al toro obligándole a que se empleara -en el rejoneo no hay paro, es evidente-, el toro no se caía ni nada. El toro, como si le estuviera poniendo inyecciones de vitaminas.

¿Por qué no se caen los toros en las mal llamadas corridas de rejones?, pregunto.

El que mienta irá al infierno.

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