Del Prozac como una de las Bellas Artes
En las palabras de presentación de Tres de azúcar, las creadoras bromean con el medicamento de marras, y dicen que usan el baile como si fuera esa moderna pócima mágica. Es una buena metáfora para quienes creen profundamente en su trabajo, y este es, evidentemente, uno de estos casos. Raciales con moderación, bien entrenadas y con las ideas claras, las tres bailarinas que se plantean este espectáculo en formato de cámara con música en directo, obtienen de sus investigaciones una serie de buenas y agradables soluciones en esa especie de selva oscura que el la danza-teatro del flamenco moderno. La propuesta se basa en la comunicación cercana que ofrece en sí misma la danza española, del solo al dúo y al trío. Para ello, la Pradillo se presta muy bien. Hay un error: leer poemas. La danza no suele necesitar de la palabra, y aquí sobra totalmente.Con medios modestos y mucha imaginación, las tres piezas se encadenan en una sola. La primera habla de lo umbilical, la segunda sobre la soledad (en forma de tres bellos monólogos) y la tercera deja un buen sabor de boca usando del humor con cierta ironía que no hiere, pero deja claras las distancias entre la recreación del baile tradicional y su asimilación como punto de partida. El público respondió con un entusiasmo justificado.
Café Olé
Tres de azúcar. Coreografía y baile: Alicia González, Elsa Rovayo y Gadea San Román. Guitarra: lan Davis; cante: Pedro Sanz y E. Rovayo; percusión: Alfonso H. Trancón. Ciclo La Otra Mirada del Flamenco. Veranos de La Villa. Teatro Pradillo, Madrid. Hasta el 27 de julio y del 30 al 3 de agosto.
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