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FERIA DE JULIO

Toros de trapo

Los Pablo-Romero -se salva uno- eran de trapo. Salieron dos sobreros y esos eran el trapo de fregar.Hubo momentos en que se rondó el escándalo y la revuelta ciudadana. Llegará a suceder. Los taurinos están tentando la paciencia de los espectadores hasta extremos insospechados.

Los taurinos le están tomando el pelo al público aprovechándose de que la mayoría no tiene de la lidia y del arte de torear ni la más remota idea y difícilmente distinguiría un toro de un caballo.

Si por error o por apuesta un día el armatoste de picar saliera de los chiqueros, le pedirían al matador que lo recibiese con una larga cambiada a porta gayola.

Pero una cosa es la desinformación, otra la estulticia. Que uno no haya leído el Cossío no significa que sea tonto de remate. Algunos autores incluso sostienen lo contrario. Las opiniones son libres y las hay para todos los gustos.

Pablo-Romero / Blázquez, Rosa, Cervantes

Toros de Pablo-Romero (uno devuelto por inválido), terciados pero con trapío, 6º anovillado; absolutamente inválidos excepto 1º, con casta, y 5º , manso de solemnidad. 4º segundo sobrero, de Gabriel Rojas, inválido, en sustitución de otro inválido del mismo hierro, ambos sin trapío y sospechosos de pitones.Víctor Manuel Blázquez: bajonazo, rueda de perones -aviso- y dobla el toro (minoritaria petición y vuelta por su cuenta); pinchazo, estocada corta caída -aviso- y descabello (aplausos y saludos). Ángel de la Rosa: estocada perdiendo la muleta (aplausos y saludos); estocada -aviso- y rueda de peones (aplausos y saludos). Paco Cervantes: pinchazo, media atravesada ruedas desaforadas de peones y descabello (silencio); pinchazo, estocada, ruedas insistentes de peones y descabello (silencio). Plaza de Valencia, 21 de julio. 3 a corrida de feria. Media entrada.

Verdaderamente no hace falta haber leído el Cossio, ni el Sánchez de Neira, ni el ¿Qué es torear? de Corrochano -cítanse a modo de biblioteca taurina básica- para darse cuenta de que cuanto están soltando los taurinos en los ruedos con marchamo de toros son en realidad trapos; y ya, puestos, hasta trapos de fregar. Los sobreros de Gabriel Rojas que comparecieron en la Feria Julio alcanzaban dicha categoría.

El primer Pablo-Romero desarrolló casta y Víctor Manuel Blázquez lo muleteó muy toreramente por derechazos, cambiando las formas de la suerte para imprimir variación a la faena y acoplarla a las cambiantes embestidas, que por el pitón izquierdo resultaban peligrosas, según pudo apreciarse en los pases de pecho.

El quinto Pablo-Romero exhibió mansedumbre de buey. Los antiguos revisteros a este tipo de toros lo llamaban buey de carreta. El término es obsoleto, e incomprensible para la sociedad urbana y náutica que vivimos. Bueyes tirando de una carreta apenas nadie los ha visto jamás. Navegando por Internet no se encuentran.

El Pablo-Romero manso se mostraba querencioso a tablas, intentó brincarlas por varios puntos, y de la muleta que le presentaba Angel de la Rosa hacía ascos. Precisamente el radical rechazo convertía en clamorosa la mansedumbre del Pablo-Romero pues Ángel de la Rosa manejaba la pañosa con técnica de buen lidiador; la apropiada para desengañar al taimado toro primero, encelarlo después. Muchos pases intentó Ángel de la Rosa con pundonorosa insistencia, sacó alguno de buena factura y agotada toda posibilidad de torear, cobró una excelente estocada.

Y no hubo más corrida.

El resto constituyó una tomadura de pelo, un fraude, un escándalo que el día menos pensado va a desembocar en rebelión popular. Los toros eran de trapo. Salían enterizos los toros y, a las dos carreras, ya se les quebraban las patas míseras, ya se desplomaban, ya rodaban por la arena.

Paco Cervantes ni siquiera pudo dar un pase digno de tal nombre al primer inválido de los suyos -que apareció con los pitones destrozados y sangrantes-, y los que ensayó al sexto mejor que ni los hubiera intentado: a la invalidez del toro se unía la destenplanza del torero; menudo cuadro cubista.

El cuarto, un Pablo-Romero de preciosa capa cárdena e imponente estampa, desfalleció de súbito. Sustituído, el sobrero, anovillado y de pitones nada católico, irrumpió dando tumbos y pegándose costaladas. Lo devolvieron al corral y el segundo sobrero padecía similar invalidez. A éste ya no lo devolvieron, para qué: la gente estaba harta.

Blázquez banderilleó al inválido con guapeza. Le instrumentó un cambio por la espalda ceñidísimo y para librar la cornada hubo de improvisar tal contorsión que le estallaron las costuras de la taleguilla. Intentó faena a continuación sin ningún interés. Trapo contra trapo. Pegarle pases a un toro de trapo no es el arte del toreo sino el arte textil. Versace -que Dios tenga en la gloria- lo habría bordado. Llega a ser así la fiesta de los toros cuando Joselito y Belmonte y los padres de la tauromaquia, y se hacen drogadictos.

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