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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Dólar, cara y cruz

LAS VALORACIONES tan dispares que, de forma simultánea, han hecho el ministro de Economía, Rodrigo Rato, y su secretario de Estado, Cristóbal Montoro, del impacto potencial que puede tener la intensa apreciación del dólar sobre la economía española no son consecuencia de enfoques analíticos diferenciados ante un problema complejo. Demuestran, más bien, que ese departamento funciona con piloto automático, confiado en que el viento cíclico, por un lado, y el Banco de España, por otro, mantendrán a la economía española en la senda virtuosa que habrá de conducirla con éxito a la fase final de la Unión Monetaria Europea. Cuando surge algo no previsto, el ministro despacha el asunto con más frivolidad que rigor, mientras que el secretario de Estado hace sonar la alarma de la amenaza inflacionista. En el caso de que ese ministerio haya analizado con seriedad esta apreciación, en modo alguno novedosa, de la moneda estadounidense, uno de esos dos responsables ha quedado en fuera de juego, y eso resulta, cuando menos, preocupante. El ministro debería, saber distinguir entre lo que es un movimiento más o menos circunstancial en el tipo de cambio de la moneda vehicular más importante del mundo de lo que ha sido una tendencia observable hace meses: hace un año, un dólar se cambiaba por 125 pesetas; hoy, por más de 150.La economía española sigue utilizando el dólar para una parte significativa de sus flujos comerciales: desde luego, sus importaciones de las principales materias primas, como el petróleo. Aun cuando el precio del barril se haya mantenido por debajo de los 20 dólares, la apreciación de la moneda americana ha encarecido esas compras. Tras un año de descenso, las materias primas industriales han venido mostrando una tendencia ligeramente al alza. Sólo en la última semana, el barril de crudo se ha encarecido en más de un 3% en dólares. Nadie puede cuestionar, por tanto, la amenaza de esos repuntes para la inflación, especialmente en un contexto de recuperación de la demanda interna española.

La otra cara de la moneda es la del dinamismo de las ventas españolas facturadas en dólares, aproximadamente una quinta parte del total. Un resultado hasta ahora netamente favorable en la medida en que el crecimiento de las exportaciones ha sido significativamente superior al de las importaciones, demostrando así la contribución positiva del sector exterior al crecimiento. de la economía. Más allá de la complacencia a este respecto, haría bien el Gobierno en analizar el impacto de lo que esta ocurrienclo sobre unas importaciones en gran medida poco elásticas a las variaciones de precio, y prever las correspondientes actuaciones tendentes a neutralizar, o al menos reducir, su adversa influencia sobre la inflación. Estamos ante un episodio relevante en esta economía globalizada que con tanta frecuencia se invoca, para el que no valen ni meros enunciados alarmistas ni mucho menos echar balones fuera.

En cuanto a las causas de la revalorización del dólar, la mayor demanda de la moneda estadounidense se asienta en unos propicios fundamentos de la economía de EE UU. Pero también está respondiendo, y probablemente en mayor medida, a las vicisitudes por las que está atravesando el proceso de transición a la moneda única en Europa. La percepción de una probable lasitud en las exigencias de acceso a la unión monetaria, amparada en las serias dificultades de Francia y Alemania para reducir -el déficit público al 3% del PIB, y de una unión monetaria más amplia de lo que, inicialmente se había anticipado, estaría determinando esas expectativas de un euro débil y, consiguientemente, de un dólar fuerte.

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