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FERIA DE JULIO

Sin toro

La revolución que ha traído a la fiesta la confederación esa de taurinos llamada CAPT consiste en celebrar las corridas de toros sin toros. Es el último grito. Una corrida dé toros sin toros ofrece resultados absolutamente garantizados, y no como las otras. Por ejemplo, el aburrimiento total.Valencia, que en cuestiones. taurómacas está siempre a la última,` ofreció una versión completa de está corrida de toros al gusto de los taurinos confederados, y quienes apetecían dormir la siesta pudieron echarla a pierna suelta. Lo tenían todo a favor: los tendidos, sin gente que molestara; los aconteceres del redondel, sin dar motivos de algarabía.

Otros públicos quizá habrían armado la gran bronca al ver aquellos toros con pinta de novillos que se, desplomaban en la arena; aquellos toreros incapaces de sacarles ni un pase de mediano sabor. Pero Valencia es distinta. La Valencia taurina hace mucho que dejó de exigir nada. A la Valencia taurina da la sensación de que este asunto de los toros y su lidia le importa un rábano. O quizá la Valencia taurina ni existe.

Bohórquez / Pedrito, Calvo, Dávila

Toros de Fermín Bohórquez, impresentables, sospechosos de pitones y también inválidos, excepto 5º y 6º, que sacaron casta.Pedrito de Portugal: dos pinchazos leves y cuatro descabellos (silencio); cuatro pinchazos y tres descabellos (silencio), José Calvo: dos pinchazos leves y se tumba el toro (silencio); media atravesada caída, ruedas insistentes de peones, dos decabellos,-aviso con mucho retraso- y se echa el toro (silencio). Dávila Miura: cuatro pinchazos y descabello (silencio); estocada corta perpendicular baja y ruedas vertiginosas e insistentes de peones (petición y vuelta con algunas protestas). Plaza de Valencia, 20 de julio. 2ª corrida de feria. Media entrada.

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Pululaban furtivos algunos aficionados por el graderío; aficionados de esos a quienes el toro y su lidia sí les importa: lo que más. Y tampoco se les oía rechistar. Es lógico: los aficionados se han convertido en, una rareza una especie a extinguir; gente perseguible de oficio. Un aficionado levanta la voz para pedir, por ejemplo, aquello de "El toro de cinco y el torero de 25", y a lo mejor le dan de tortas.

Los taurinos quieren echarlos de la plaza y en tal empresa van alcanzando éxitos espectaculares. Aunque sólo sea por eso pasará la historia la CAPT. El Cossío del tercer milenio registrará en su diccionario: "CAPT.-Confederación de asociaciones profesionales taurinas creada en las postrimerías del siglo XX, que bajo el dominio de unos cuantos ganaderos, dos empresarios, par de apoderados siniestros y un listo consiguió erradicar de los, cosos taurinos a los aficionados a la fiesta, de los toros".

Puede que el Cossío registre también en la F. "Fiesta de los toros- Anacrónico espectáculo en el que se lidiaban toros hasta que apareció la CAPT (vid.)".

La Valencia taurina y vanguardista ofreció en su famosa Feria de Julio, también llamada de San Jaime, el nuevo espectáculo del tercer milenio, con todos sus pronunciamientos: los toros parecían cabras; lo toreros los acuchillaban tras molerlos a derechazos.

Hubo picadores y cuando se hacían presentes la fiesta parecía una zarzuela. Salían por parejitas, y pues no había qué picar, quedaban harto desairados. Sin embargo resultaba bonito contemplarlos, tan bizarros sobre el acorazado percherón, tan guapos con su castoreñito calado. Sólo les faltó cantar el Dúo de la Africana.

Relatar las actuaciones capoteras y muleteriles de Pedrito de Portugal, de José Calvo y de Dávila Miura en el transcurso de la supuesta lidia de los cuatro primeros inválidos sería vana pretensión ya que -no existieron. Competían en aburrimiento, y, hecho el cómputo, ganó por amplio margen Pedrito de Portugal.

El quinto toro no mejoraba la presencia de los anteriores mas no se caía, además sacó casta y José Calvo le aplicó dilatada faena -siempre voluntariosa, nunca ligada-, en la que sufrió varios achuchones y recibió un pitonazo que no le derribó ni le impidió continuar la lidia.

El sexto, igualmente encastado, prestó al espectáculo la relativa emoción que no se había visto en toda la corrida. Dávila Miura lo muleteó con muchas prisas y escasas templanzas por derechazos abundantes, y al final unas tandas de naturales que carecieron de armonía y reposo. Cobró un espadazo horrendo en los bajos, los peones perpetraron mortífera rueda, cayó el toro, y muchos espectadores se pusieron a pedir la oreja. Son los espectadores que quiere la CAPT, aquellos a quienes lo único que les interesa del toro es la oreja peluda. Aún no han logrado muchos -los tendidos aparecían desolados-, pero todo se andará.

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