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FERIA DE JULIO

Un novillo entero y verdadero

Salió el cuarto novillo, pudo apreciarse que estaba entero y los tendidos se estremecieron. Más de uno creyó que se trataba de una de las señales que precederán al fin del mundo. Porque la novillada iba de broma, como casi todas. La novillada era la risión. Los tres novillos anteriores, sin cara ni cuerpo de novillos verdaderos, se caían a plomo.Los taurinos justifican la caída de los toros argumentando que los ganaderos les han quitado la casta. O sea que, según los taurinos, la ganadería Torrealta no tiene casta. De donde -si vale esta conclusión de los taurinos e insisten-, el ganadero es hombre obtuso, negado y lego en la materia. Pues a ver si en vez de hablar en abstracto, se lo dicen. El ganadero es Manuel de Prado y Colón de Carvajal. Pueden ir a verlo en comisión rogatoria o por las bravas de uno en uno.

Torrealta / Mora, Serna, Foios

Cinco novillos de Torrealta (uno rechazado en el reconocimiento), los tres primeros de escasa presencia e inválidos, el resto bien presentados; 5 manso reservón, 6º con casta. 4º de Miranda, con trapío, poder y casta, derribó.Eugenio de Mora: media ladeada (aplausos y saludos); dos pinchazos, estocada -aviso con retraso- y dobla el novillo (ovación y salida al tercio). Víctor de la Serna: estocada y rueda de peones (aplausos y saludos); estocada ladeada (aplausos y saludos); asistido en la enfermería de contusión ocular. Rafael de Foios: bajonazo trasero, rueda insistente de peones -aviso- y cinco descabellos (aplausos y saludos); pinchazo, estocada corta trasera contraria, rueda de peones, cinco descabellos -aviso- y dos descabellos (palmas). Plaza de Valencia, 19 de julio. 1 a corrida de feria. Menos de media entrada.

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Los otros dos novillos del hierro Torrealta ya presentaban mejor cuajo, otra condición, distinto querer. No es que fueran novillos de los que sirven o de los que se dejan, en el sentido que dan los taurinos a estos términos de nuevo cuño. Antes habían de plantearles los toreros la lidia adecuada, aplicarles las suertes que demandaban su casta y su temperamento.

Víctor de la Serna, novillero en ciernes, estuvo muy voluntarioso con su novillo Torrealta -el que hacía quinto- y le pisó los terrenos precisos para sacar los pases que el manso ejemplar se resistía a tomar. Empleó mucho y bien la izquierda y a fuerza de consentir y porfiar, tirando de la renuente embestida con decisión y mando, logró algunos naturales.

El súbito golpe de una banderilla, que le alcanzó un ojo, frustró la faena. Víctor de la Serna corrió a la barrera con gestos de dolor, allí le asistió su gente, aparentemente repuesto volvió a la liza y se encontró con que el novillo ya había perdido todo el celo, se repuchaba, reculaba reservón. Y procedió tal cual convenía: trasteó breve, cuadró y cobró una estocada.

La suerte de matar adquirió especial relevancia en Víctor de la Serna. A su anterior novillo -el inválido, el aborregado, el impresentable- le marcó los tiempos del volapié. Es decir, que se perfiló, bajó la mano de humillar, hizo la cruz mientras hundía el acero y salió guapamente por el costillar. No es frecuente que maten así ni los novilleros ni los diestros de alternativa. La estocada culminaba una faena de pocos brillos y sin interés alguno pese al buen oficio que mostró Víctor de la Serna, pues con especímenes inválidos, aborregados e impresentables el arte se devalúa, el toreo no existe.

Con parecido género se encontraron los demás espadas de la terna y el resultado fue el mismo. Al joven Rafael de Foios, que imita a Vicente Barrera hasta en banderillas (y eso que Barrera no banderillea), sus paisanos de Foios le aplaudieron mucho las abarreradas tandas de derechazos y naturales que instrumentó con cierta cadencia. En el sexto ya le aplaudieron menos porque ese novillo ya era un Torrealta serio y encastado que no aceptaba abarreramientos, exigía toreo hondo, y como no lo había, achuchaba al torero. El toreo al revés: el que toreaba era el toro.

El toro íntegro da la medida de los toreros buenos. Y Eugenio de Mora, un aburrido pegapases con el inválido, aborregado e impresentable primero, en el cuarto, ya no hierro Torrealta sino hierro Miranda, con trapío, poder, casta y también bravura, dio su medida de torero valiente y enterado.

Toreó Eugenio de Mora por redondos de pie y de rodillas, templó y ligó los pases, y aunque bajó la calidad en un par de tandas de naturales, la faena resultó interesante, artística en algunos de sus pasajes y disfrutó la afición con el toreo auténtico.

Un toro entero y un torero cabal frente a frente: que cosas tan raras ocurren en Valencia.

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